¿Qué estamos haciendo con nuestros bosques? Por la forma irracional como los explotamos, por la bárbara destrucción con que los acabamos, tal se diría que los mexicanos queremos convertir a nuestro país en un gigantesco desierto, en un erial. Y lo estamos consiguiendo. No hay entre nosotros una actitud que nos lleve a cuidar los bosques, ni ese respeto al árbol que hay en las sociedades cuyos miembros saben que el árbol es un prodigioso mecanismo natural, el más eficiente y necesario, para conservar la vida en el planeta. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero no puedo menos que aludir a Estados Unidos, cuyos bosques son utilizados integralmente, pues la madera es ahí más usada que entre nosotros. Se emplea -cosa que nosotros no hacemos- como material básico en la construcción de viviendas. Así, la industria maderera es una de las de mayor importancia nacional. Y sin embargo en los Estados Unidos hay ahora más árboles que hace 50 años. ¿Por qué? Porque los mismos hombres que aprovechan los bosques se encargan de repoblarlos mediante la plantación sistemática y el cuidado de nuevos árboles que a su tiempo serán también debidamente utilizados. Entre nosotros, en cambio, el bosque parece ser un recurso natural no renovable. Por donde pasa el talamontes no vuelve a crecer la hierba. Peor aún: es frecuente el caso de campesinos, generalmente ejidatarios, que para obtener permiso de aprovechamiento de maderas prenden fuego al bosque. Causa lástima e indignación al mismo tiempo ver a los taladores, todos ellos con permiso oficial, abriendo caminos hasta lo alto de los montes para cortar árboles catedralicios cuyos enormes troncos ve uno luego podridos a la orilla de las brechas. Es bueno el aprovechamiento racional de ese recurso, pero ¿hay acaso programas intensivos de reforestación que nos compensen por la pérdida de tantos árboles, de esas nobles criaturas de la Naturaleza quitadas de servir al mundo para que alguien tenga más dinero en el bolsillo?... El encargado del censo llega a una casa y toca el timbre. Le abre la puerta un individuo sin rasurar, en camiseta, con pantuflas, un bote de cerveza en una mano y un cigarrillo en la otra. El empleado comienza a interrogarlo. "- ¿Ocupación?” -le pregunta. "-Televidente” -contesta el individuo. El visitante piensa: "-¡Pobre hombre! Ha de estar enfermo o incapacitado”. Vuelve a preguntarle: "-Y antes ¿qué era?”. "-Radioescucha” -responde con desparpajo el tipo... El productor de cine le dice a la aspirante a estrella: "-Pasa conmigo un fin de semana, Engelberta, y te prometo poner tu nombre en las marquesinas”. La muchacha, movida por la ambición, acepta. Y, en efecto, la semana siguiente todas las marquesinas de los cines de la ciudad tenían un letrero: ¡ENGELBERTA LO HACE!”... Pregunta Pepito: "-Papi: ¿por qué canta mi mamá?”. "-Para dormir a tu hermanita, hijo” -responde el señor con gran ternura. "-Y cuando se duerma -vuelve a inquirir Pepito- ¿dejará de cantar?”. "-Claro que sí, pequeño” -contesta el señor con dulce voz. Va Pepito a donde su mamá dormía a la niña, e inclinándose sobre su hermanita le dice con tono imperativo: "-¡Hazte la dormida, indeja!”... Eran tiempos de violencia. Los bandidos asaltaron un colegio de señoritas y, furiosos porque las internas habían salido, violaron a las profesoras. A todas, menos a una, la más bajita de estatura, la más flaquita, la más débil. "-Y a usted ¿por qué no la violaron?” -le pregunta el jefe de la policía. Responde en voz bajita la maestra: "-Es que yo opuse resistencia”... FIN.