Pepito estaba en una banca del parque. Cierto señor que andaba por ahí lo vio engullir una tras otra seis barras de chocolate. Va hacia Pepito y le dice: "Niño: comer tanto chocolate puede hacerte daño". Contesta el chiquillo: "Mi abuelo también comía chocolate, y vivió hasta los 100 años". El señor se amosca. Le dice: "Seguramente eso no se debió a que comía chocolate". "Claro que no -replica Pepito-. Se debió a que nunca se metía en lo que no le importaba"... Muy respetable, y además muy viable sería la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República. En efecto, el ingeniero posee un ascendiente moral incuestionable, y es una figura de prestigio no sólo entre la gente de la izquierda, sino en toda la comunidad nacional. La viabilidad de su candidatura deriva del hecho de que a los ojos de la opinión pública Cuauhtémoc Cárdenas fue despojado de un legítimo triunfo electoral cuando la tristemente célebre "caída del sistema" que permitió la llegada al poder de Carlos Salinas de Gortari con la aquiescencia del PAN y de otras fuerzas políticas -como la Iglesia Católica y los grandes empresarios- que luego pasaron la factura por sus servicios. Muchos mexicanos piensan que hay una deuda pendiente de pago con Cuauhtémoc Cárdenas. En esta época en que las demandas de justicia son ya impostergables, una personalidad como la del hijo de Tata Lázaro tendría peso político muy grande, eso aunado a las muchas cualidades y experiencia que tiene el fundador del PRD. Su candidatura no provocaría los temores y suspicacias que suscita López Obrador, y seguramente los votos con que éste cuenta favorecerían por igual a Cárdenas, con los votos de numerosos electores que ciertamente no sufragarían en favor del tabasqueño. Cuauhtémoc Cárdenas: he ahí una valiosa -valiosísima- opción para la izquierda... Llegó un hombre a su casa y encontró a su mujer sin ropa en la recámara. "¿Qué haces?" -le pregunta. "Gimnasia sueca" -responde la señora. Pregunta el esposo otra vez: "¿Y esa pipa que está sobre el buró?". Contesta ella: "Estoy aprendiendo a hacer burbujas". Inquiere de nueva cuenta el marido: "¿Y ese olor a loción de hombre?". Replica la señora: "La compro por el recuerdo: era la que usabas en tu juventud". El marido abre la puerta del clóset. Dentro estaba un hombre. "¿Qué hace usted aquí?" -pregunta el esposo. Le pregunta a su vez el individuo: "¿Creyó usted todo lo que le dijo su mujer?". Contesta el marido: "Sí". Y dice el sujeto: "Bueno: entonces éste es un elevador, y voy al tercer piso"... El sargento Ribio, el cabo Devela y el soldado Babalucas fueron a una misión de espionaje. Disfrazados de campesinos se internaron en territorio hostil. Una patrulla enemiga los detuvo. Le pregunta el jefe al sargento: "¿Qué haces aquí?". Responde él: "Soy campesino". Se vuelve el jefe hacia el cabo. "¿Y tú?". "También soy campesino" -contesta Devela. Le pregunta el jefe a Babalucas: "¿Y tú?". "También soy campesino -replica el badulaque-, como mi cabo y mi sargento"... Clorilia y Gerineldo llevaban ya 10 años de casados y no habían podido tener familia. Un sacerdote amigo suyo les dijo: "Voy a ir a hacer estudios en Roma. Cuando esté allá encenderé una vela en la basílica de San Pedro, y pediré que tengan hijos". Cinco años después el sacerdote, terminados sus esudios, volvió al pueblo. Para su sorpresa supo que Clorilia era madre de 10 hijos: había tenido cinco pares de gemelitos. Fue a visitarla. "¿Y dónde está tu esposo Gerineldo?" -le pregunta. Contesta mohína Clorilia: "Fue a Roma a apagar la desgraciada vela"... FIN.