Un nuevo grito de independencia debemos dar los mexicanos. Independencia... ¿ahora de quién? Hace una pausa dramática el escribidor para dejar en suspenso a la República, mas nada en ella se suspende, y todo sigue su acostumbrada marcha. Incluso El Moquetito, Tamaulipas, continúa su habitual trajín. Amohinado, el escritor recuerda los felices tiempos en que Benito Goríbar suspendía al público del Teatro "Acuña", en Saltillo, con su famosa caracterización de Otelo. Se inclinaba don Benito sobre el exánime cuerpo de Desdémona -el papel lo representaba una actriz ya muy entrada en años, y que además tenía nubosidades en un ojo-, y luego, tras una pausa que parecía eterna, clamaba con el tono magnílocuo de la época: "¡Está muéreta!". "¡No! -le gritaba un pelado de la galería-. ¡Está tuéreta!". Ésos eran suspensos, no gachinderas. Ahora ya nadie se deja suspender, y el escritor que quiera suspender algo debe colgar en alguna rama la inservible péndola. O tempora, o mores! Comoquiera diré a continuación contra quiénes debemos dar los mexicanos un nuevo grito de independencia. Antes narraré algunos cuentecillos a fin de predisponer el ánimo de la Nación para recibir esa invectiva... Don Calamo Cano llegó a su casa algo achispado y con tufo de espíritus alcohólicos. La beodez puso en él ímpetus románticos, y fue hacia su mujer con evidentes intenciones de libídine. Ella lo detuvo. Le dice con dramático acento: "¡Labios que tocan el licor no tocarán jamás los labios míos!". Don Calamo se queda en actitud estática. "¿Qué haces?" -le pregunta muy extrañada su mujer. Responde el temulento: "Estoy tratando de decidir entre un whisky escocés de 18 años y unos labios de 55"... El padre Arsilio visitó en su oficina a don Algón. Iba acompañado por el comité de su parroquia a pedirle un donativo para las obras de remodelación del templo. Abrió la puerta de la oficina el buen sacerdote, pues tenía confianza con aquel destacado ejecutivo, y lo que vio junto con sus acompañantes dejó a todos suspensos (a ellos sí): don Algón se estaba refocilando cumplidamente con Rosibel, su joven y curvilínea secretaria. El salaz y maduro señor, mortificado, se compone las revueltas ropas y dice a los presentes: "Creo, señoras y señores, que no llegaron ustedes en el mejor momento". "Para usted no, don Algón -replica con una gran sonrisa el párroco-, pero sí para las obras de remodelación del templo"... La muchacha tuvo a su bebé en el hospital, y una enfermera le dio un pequeño libro. Le dice alegremente: "Es para que busques en él un nombre para tu hijo". Contesta la muchacha: "Nombre ya tengo. Lo que nos hace falta es apellido"... El capitán de la caballería y su fiel ayudante Babalucas llegaron a aquel pueblo del Oeste después de cabalgar muchas horas bajo el ardiente sol de la pradera. El capitán fue al saloon a tomarse una copa. Le dice a Babalucas: "Dale unas vueltas a mi caballo para que se enfríe". Poco después entra en la cantina un individuo. Dice: "Acabo de ver la cosa más extraña que en mi vida he visto". "¿Qué viste?" -pregunta el tabernero. Contesta el recién llegado: "Ahí afuera está un tipo dando vueltas y vueltas alrededor de un caballo"... Un nuevo grito de independencia debemos dar los mexicanos. ¿Contra quién? ¡Contra los partidos políticos, que se han convertido en propietarios de la actividad política nacional y detentan sobre ella un inmoral y costoso monopolio! Mañana, 16 de septiembre, diré por qué es necesario que iniciemos una lucha de insurgencia contra esa viciosa situación... ("¡Chin! -farfulla la República-. ¡Este caón se las arregló después de todo para dejarme en suspenso!")... FIN.