La muchacha le preguntó a su mamá algo que dejó a la señora turulata, pasmada, boquiabierta, atolondrada, patidifusa, aturdida, estupefacta y alelada. Le dijo: "Mami: cuando te casas ¿ya no te pagan por hacer el amor?"... El padre de Pepito se afanaba en arreglar la plancha. Le dice al niño: "Tráeme un desarmador". Poco después vuelve el chiquillo con las manos vacías. Le informa a su papá: "Hay jugo de naranja y hielo, pero no tenemos vodka"... En su noche de bodas los novios estaban haciendo el amor en la intimidad del lindo bungalow que habían reservado en la playa de una lejana isla de los Mares del Sur. Se abre de pronto la cortina de bambú y asoma la cabeza por la ventana un antiguo pretendiente de la chica. Pregunta el tipo muy serio: "¿Significa esto, Dulcilí, que no debo abrigar ya ni una esperanza?"... Don Luterio era predicador evangélico. Mérito grande el suyo si se toma en cuenta que el Señor no le había dado el don de la elocuencia. Debido a la falta de ese carisma don Luterio, en vez de hablar, salía a la calle llevando en alto un letrero con máximas morales que el predicador cambiaba según el clima o la estación. En primavera, por ejemplo, sus carteles contenían admoniciones contra el pecado de la carne; en tiempo de calor sus frases aludían al infierno, y así. Una noche don Luterio llegó a su casa después de su jornada de muda predicación. Aquel día había paseado un letrero con la frase "Ama a tu prójimo". Cuando entró en su casa oyó ruidos extraños en la alcoba. ¿Qué ruidos eran esos? Los enumeraré: 1-. Jadeos. 2-. Ayes contenidos. 3-. Murmullos como de tórtola zurita. 4-. Acezos agitados. 5-. Rebufos. 6-. Gritos y ululatos incontenidos ya. Don Luterio abrió la puerta de la alcoba. Llevaba todavía su letrero, "Ama a tu prójimo", y vio a su mujer en compañía de un sujeto. Se endereza en la cama el individuo y con forzada sonrisa le dice a don Luterio al tiempo que lo saludaba con la mano: "¡Hola, prójimo!"... Sabios proverbios tienen los arábigos, pues es muy rica la sabiduría de Oriente (57.4 por ciento, contra 42.6 de la sabiduría de Occidente). He aquí uno de ellos: "¿Quién tiene el mejor caballo? El hombre que va a pie". Significa esto que quien posee la mayor riqueza no necesita hacer alarde de ella, pues todos saben que la tiene. Esa máxima arabí equivale a esta otra de filosofía parda: "Dime de qué presumes y te diré lo que te falta". Decía Marx, el gran profeta de nuestro tiempo (me refiero a Groucho, claro): "Cuando alguien empieza a hablar de su honradez yo me pongo a contar los cubiertos de la mesa". Santiago Creel, secretario de Gobernación y precandidato a la Presidencia de la República -no necesariamente en ese orden-, convocó a un Día de la Unidad. Jamás se había visto tanta falta de unidad en el país desde los tiempos de la Revolución, cuando hubo maderistas, huertistas, carrancistas, villistas, zapatistas, obregonistas, orozquistas... ("Éramos los mesmos -comentó el general Irineo Rauda-, nomás que andábanos algo devididos"). En medio de la desunión se convoca a celebrar el Día de la Unidad. ¡Hágame usted el refabrón cavor! Lo dicho: dime de qué presumes y te diré lo que te falta. Celebremos ahora el Día del Diálogo... La novia le dice a su prometido: "Una mala noticia, Avidio. El banco de mi papá quebró; está en la ruina". "Caramba -se consterna el muchacho-. Nunca pensé hasta dónde llegaría tu padre con tal de impedir nuestro matrimonio"... El viajero le invitó una copa a la muchacha en el lobby bar del hotel. Le dice ella con acento de ofendida dignidad: "Se equivoca usted, caballero. Yo no soy de ésas que se van con un hombre por una copa. Yo cobro". (Otro señor le dijo a una muchacha igual: "¿Cinco mil pesos? Oye, para ser mujer fácil te estás poniendo cada día más difícil")... FIN.
