Lord Feebledick llegó a su finca por la noche. Venía de la acostumbrada partida de whist que jugaba los viernes con sus antiguos camaradas del Tercer y Medio Regimiento de la Reina. Al entrar en su alcoba vio algo que lo habría dejado estupefacto de no ser porque sus campañas en la India le enseñaron a mantenerse impávido aun en las más apuradas circunstancias. He aquí que su esposa, lady Loosebloomers, estaba yogando en el lecho conyugal con Weenie Wagger, el pelirrojo mancebo encargado de la montería. "Bloody be! -dijo con toda calma el mitrado esposo usando un término expletivo que sacó de sus lecturas de Kipling-. ¿Qué significa esto?". (Pregunta ociosa era ésa, dicho sea con el mayor respeto al título nobiliario de milord. La idea de los significados puede aplicarse a los conceptos racionales, mas no a los movimientos del instinto. Dijo Pascal, admirado colega: "Hay razones del corazón que la razón no conoce". Pues bien: existen otras partes del cuerpo, menos románticas y poéticas, que también tienen sus razones, igualmente desconocidas por la racionalidad. El cerebro y la entrepierna no dialogan: cuando ésta habla calla aquél, y viceversa. Por eso aquella pregunta: "¿Qué significa esto?" puede hacerse ante un enunciado teorético, mas no frente al acto de follar). No contestó lady Loosebloomers a la peregrina interrogante que su cónyuge planteó. Le preguntó a su vez: "¿Cómo va tu colección de mariposas?". Cualquiera dirá que esta pregunta resultaba tan ociosa como la otra. Ya se verá que no. "Mi colección de mariposas va muy bien -respondió con entusiasmo Feebledick, que cuando salía el tema de los lepidópteros se olvidaba de toda otra cuestión-. Últimamente he colectado valiosos ejemplares de alevilla, procesionaria, tatagua, licena, macaon, apolo, cerástide y pavón". "Bien -concluyó lady Loosebloomers redoblando sus eróticos vaivenes-. Tú tienes tu hobby; yo tengo el mío"... También hay monumentos arqueológicos hechos de palabras. Nuestro Himno Nacional es uno de ellos. Se le debe tocar mucho, y nadie lo debe tocar. El texto de González Bocanegra puede tener todas las fallas de una obra escrita por encargo y para efectos de concurso, pero refleja las circunstancias y el tono de la época en que se escribió. Error muy grande es juzgar las cosas del pasado a la luz de las ideas del presente. Pensar en cambiar la letra del himno porque no corresponde ya a nuestro tiempo es como pensar en cambiar los colores de la bandera porque hoy están de moda el fiucha y el chedrón. Dejemos en paz al Himno Nacional, esa amada reliquia cuya sonora música y romántica letra aprendemos desde niños en la escuela, que cantamos con emoción y que despierta en nosotros el sentimiento de lo mexicano. Expliquemos a nuestros hijos el significado de sus palabras, y su espíritu. Y manténgase incólume nuestro Himno en espera de los críticos que lo diseccionarán en su segundo centenario... Los novios se estaban despidiendo en la puerta de la casa de ella. El novio recarga una mano en la pared con actitud de galán castigador y dice a la muchacha: "Dame aquellito, Susiflor. Al fin es medianoche, y nadie nos verá". "¿Cómo puedes pedirme que haga eso aquí, frente a mi casa?" -responde ella. "Anda, Susiflor -insiste él-. Será sólo un ratito". Porfiaron largo rato, ella a que no, él a que sí. De pronto se abre la puerta y aparece la hermana de la muchacha. "Susiflor -se dirige a la novia-. Que dice mi papá que se lo des a tu novio, o que se lo dé yo, o que mandará a mi mamá a que se lo dé ella, pero que ya quite la mano del interfón"... FIN.