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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

Don Chinguetas, viejo malo, descubrió que la criadita de su casa le había robado una lata de atún. Explicable era el hurto, si no justificable: el odioso empleador tenía a pan y agua a la infeliz sirvienta."Tendré que llamar a la policía" -le dice don Chinguetas a la chica con mueca de maldad que habrían envidiado Murdsone, Wackford, Fagin, o cualquiera de los villanos de Dickens. "¡No lo haga, señor, por vida suya! -gime angustiada ella-. ¡Haré lo que usted quiera, pero no llame a la policía!". Don Chinguetas abrigaba desde hacía tiempo intenciones de lubricidad en relación con la criadita, pues era linda y estaba en buenas carnes. Así, como condición para no entregarla a la justicia le pidió la dación de su íntimo tesoro, si me es permitido usar tal eufemismo. Ella accedió a la torpe solicitación, temerosa del castigo que de seguro caería sobre ella. Ya se sabe que en este país se castiga más al pobre que hurta una lata de atún que al rico que se robó un billón de pesos a través del patriótico rescate de la banca. Se dispuso, pues, el malvado vejarrón a recabar lo demandado. Fue incapaz de hacerlo, pues no pudo ponerse a la altura de la situación. Frustrado, mohíno, despechado, le dice a la criadita: "Ni modo, Famulina. Tendré que llamar a la policía"... Un hombre pidió hablar con el empresario de espectáculos. Llevaba consigo un perro. "Los números de perros ya no gustan -dice el representante-. ¿Qué sabe hacer su animalito". "Canta" -responde el tipo. Así diciendo va al piano y toca los primeros acordes de "Vesti la giuba". El perro se levanta sobre las patas traseras, tose para aclararse la garganta, junta las manos como hacen los tenores y luego interpreta a la perfección, con lágrimas y todo, la famosísima aria de "Pagliacci". Le dice el empresario al orgulloso dueño del animalito: "Lo siento: su perro no tiene estilo propio. Canta igualito a Pavarotti"... Nuestra democracia, si es que hemos llegado ya a ella, es incipiente y vacilante. ¿Por qué lo digo? Porque toda la discusión política de México gira en torno de quién será el próximo Presidente de la República. Todo, en efecto, sigue dependiendo de la figura de un "Primer Magistrado", como en los tiempos del priismo. Se olvidan las grandes cuestiones -"¡La economía, idiota!"-, se hacen a un lado problemas capitales, como la justicia social; se soslayan las reformas necesarias que el país requiere, y no se habla de otra cosa más que de los aspirantes a la Presidencia. No sé si los mexicanos estemos maduros ya para la democracia. Lo que sí sé es que nuestra democracia todavía está muy verde... La maestra les dice a los niños: "Los mariscos contienen fósforo". Añade Pepito: "También contienen milagros". "¿Por qué milagros?" -se extraña la maestra. "Sí -explica Pepito-. Mi mami le dice a mi papá: ‘Come ostiones y camarones, a ver si se nos hace el milagro"... A las 6 de la tarde el señor le dice a su esposa: "Empieza a arreglarte, vieja. Tengo boletos para el teatro". "¿A qué horas empieza la función?" -pregunta ella. "Tú date prisa -responde el señor-. Los boletos son para mañana"... Don Mirífico, anciano de 80 años, casó con Ancona, frondosa mujer de 30. Al día siguiente de la noche de bodas uno de los hijos del primer matrimonio del señor llamó por teléfono a su padre, preocupado. "¿Cómo le fue anoche, ‘apá?" -le pregunta. "Muy bien -contesta el veterano-. Tres veces". El hijo pensó que había oído mal. Pregunta: "¿Podría repetir eso, ‘apá?". "Claro que podría repetirlo -contesta con voz firme don Mirífico-. Nada más estoy esperando que Ancona se reponga un poco"... FIN.

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