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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

Dicen que las tres mejores cosas de la vida son una copita antes y un cigarrito después. En mi opinión, de esas tres cosas salen sobrando las dos que se mencionan, pero va de gustos. Termina el primer trance de amor de la noche de bodas. El novio, exhausto y en plenitud de la felicidad, se dispone a encender un cigarrillo. Su flamante mujercita le detiene la mano. "-Desde hoy -le dice- mi maridito no tendrá que molestarse en prender su cigarrito, porque su mujercita se lo encenderá, y lo hará con tanto amor que hasta el cigarrito le va a saber distinto a mi maridito". El muchacho, poseído de amor y de ternura, se fuma su cigarro. Cuando lo termina le pregunta, mimosa, la muchacha: "¿Verdad que el cigarrito le supo distinto a mi maridito?". "Sí -responde el muchacho-. Sobre todo porque mi mujercita lo encendió por el filtrito"... Llegó el señor a su casa y sorprendió a su esposa en brazos de un desconocido. "¡Infame! -le grita-. ¡Traidora! ¡Vil! ¡Desleal!". Ella se echa a llorar: "¡Ay, Cornulio! ¡Vas a acabar por arruinar nuestro matrimonio con tus absurdos celos!"... Otra señora se quejaba de su marido: "No es cariñoso conmigo". "Lo que dices es absurdo -le contesta una amiga-. Si no fuera cariñoso contigo ¿tendrían los siete hijos que tienen?". Replica la señora: "Si fuera cariñoso conmigo los siete serían de él"... Un muchacho se fue a confesar: "Me acuso, padre, de que ando con mujeres malas". "Haces muy mal, hijo -lo reprende el sacerdote-, habiendo tantas tan buenotas"... Iba una preciosa chica por la calle. Todos los hombres volvían la mirada para contemplar sus ondulantes curvas y su sinuoso andar. La alcanza Pepito y le dice: "Perdone, señorita: ¿sería tan amable de darme el número de su teléfono?". La chica se ríe. "Y tú -le pregunta divertida- ¿para qué quieres mi número de teléfono?". Responde Pepito: "Para venderlo"... El hombre aquel llegó a su casa a horas de la madrugada. Olía a jabón chiquito. Ante la aquilina mirada de su esposa procedió a desvestirse. Se quitó el saco, la corbata, los zapatos y los calcetines, los pantalones y finalmente la camisa. Esa era toda la ropa que llevaba. "¡Oye! -le pregunta furiosa la mujer-. ¿Y la ropa interior?". El tipo se contempla a sí mismo y luego exclama consternado: "¡Dios mío! ¡Los ladrones son cada vez más hábiles!"... Don Poseidón, hombre bueno y sencillo del Norte, fue con su mujer y sus hijos a la capital del Estado a tomarse una fotografía de familia. Le dice al fotógrafo: "Me hace el favor de tomarnos las fotos nada más del cuello para abajo". "¿Del cuello para abajo? -se sorprende el fotógrafo-. ¿Por qué?". Responde don Poseidón: "¡Pos pa? que no salgan caras, pelao!"... Un ladrón se metió en la casa de Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras. Al oírlas llegar se metió abajo de la cama. Lo ve la señorita Celiberia y llena de alarma le dice en voz baja a su amiga: "Hay un hombre abajo de la cama". "¡Pues qué esperas! -le dice la señorita Himenia también en baja voz-. ¡Súbelo!"... El señor llegó al bar donde acostumbraba tomar la copa con los amigos. "¿Qué te sucede? -le pregunta uno-. Te ves muy preocupado". Relata el individuo: "Tenía tres meses de andar de viaje. Llegué a mi casa y la primera noche, adormilado, después de hacer el amor con mi mujer, sin darme cuenta de lo que hacía le puse unos billetes sobre el buró". "¡Qué barbaridad! -exclama el amigo-. Y ¿qué te dijo ella?". Responde el sujeto: "Me dijo también adormilada: ?Pon 50 pesos más, guapo, para el taxi?"... FIN.

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