La gran ventaja que tienen los defensores del aborto es que ellos no fueron abortados. Sus madres pensaron en el derecho natural de ellos para vivir, y no en su supuesto derecho de matar, de decidir sobre el cuerpo del hijo ya existente con el pretexto de decidir sobre su propio cuerpo... Una joven se interesó en la música de América Latina y adquirió diversos instrumentos vernáculos. Cierta noche ensayaba en su cuarto, y su abuelita le gritó desde el piso de abajo: "¿Qué estás haciendo, Amaura?". Responde la muchacha: "Estoy tocando mi charango". Le ordena la viejita: "¡Deja inmediatamente de hacer eso si no quieres que se lo diga a tu mamá!"... El gallo del corral se acercó, lascivo, a la gallina. Ella acababa de poner un huevo. Le pide al gallo: "Por favor, espera a que se lleven al niño"... Contaba una muchacha: "Mi novio es experto en autogestión. Siempre lo hacemos en el auto"... Era la hora del café. En el cuarto del archivo don Algón sorprendió a su secretaria in fajanti con el archivista. Le explica la chica a don Algón: "Él no tenía nada que archivar, y a mí el café no me gusta"... Se llevaba a cabo la ceremonia de petición de mano, y salió a la conversación el tema de las comidas. Le pregunta la mamá del novio a la futura desposada: "Y dime, Glorilú: ¿ya probó mi hijo algo hecho por tu mano?". Pregunta a su vez la chica, con cautela: "¿Quiere usted decir, algo de comer?"... (No le entendí)... Aquel ejecutivo norteamericano aún no dominaba nuestro idioma (nosotros tampoco lo dominamos todavía). En la primera junta donde se habló del programa deportivo de la empresa propuso una carrera en que participarían las esposas de los directivos. "¿Por qué?" -pregunta con extrañeza uno de los funcionarios. Responde el yanqui trabajosamente: "Es que yo haber oído que esposas de ustedes ser muy ligeras"... Hamponio, torvo criminal, se arrepintió de sus maldades en la cárcel. Llorando fue a la capilla de la prisión, se postró de rodillas ante el altar y elevó la mirada al cielo con unción. "¡Señor! -clamó con deprecante acento-. ¡Hazme muy bueno!". El milagro se hizo. En ese mismo instante el torvo criminal empezó a sentir que las pompas se le redondeaban... ¿Por qué no ha habido en México, preguntan los observadores internacionales, un estallido de violencia derivado de las difíciles condiciones de vida de los pobres? La cuestión es muy compleja. (Asoma la cuestión y le pregunta con tono amenazante al columnista: "¿Cómo dijiste? La cuestión es muy ¿qué?". "Muy compleja" -responde asustado el columnista. "Ah, bueno" -se tranquiliza la cuestión)... Pienso que si no ha surgido tal violencia eso se debe al arraigado sentido de solidaridad -de auténtica solidaridad- que existe en nuestro pueblo. Cuando los tiempos son difíciles los mexicanos pobres se echan la mano los unos a los otros: el compadre ayuda a su compadre; el padre a su hijo; el hermano al hermano; los vecinos se ayudan entre sí... Estos usos solidarios derivan de tradiciones y usos muy antiguos a través de los cuales se forman vínculos estrechos en la gente. Si no existieran tales lazos de mutua colaboración, muy mexicanos, ya andaríamos todos a la greña y este país sería un campo de batalla. Pero existen, por fortuna, y así capeamos el temporal y seguimos en espera de mejores tiempos. Llegarán, seguramente. Bien puede México decir aquel clásico mote: Alios vidi ventos, aliasque procellas. Otros vientos he visto, y otras tempestades. Y aquí está el pueblo mexicano. Tiene problemas grandes, ciertamente, pero ninguno es más grande que sus raíces... FIN.