Estoy en trámites -en México todo está en trámite- a efecto de publicar aquí un tremebundo chascarrillo: "El consuelo en la desdicha". Sonoro nombre es ése, como de drama de Lope o Calderón, pero atrás del título se esconde una de las mayores peladeces que es dable imaginar. Esperen mis cuatro lectores el mencionado cuento... La paremiología popular -es decir los refranes hechos por el pueblo- es a veces demasiado expresiva, y nos parece basta, y aun grosera. No falla nunca, sin embargo, en decir abiertamente lo que quiere declarar. He aquí uno de esos dichos de pueblo, rudos y francos: "Perro que da en comer huevos, aunque le quemen el hocico". No encontré mejor proverbio para ilustrar la actitud de los asambleístas del PRD que irrumpieron con violencia en el recinto de la Cámara de Diputados y tomaron por asalto la tribuna. Ese partido ha sido calificado siempre de alborotador, populachero; sus afiliados consiguen por medios de presión -manifestaciones, bloqueos de calles y carreteras- lo que no podrían obtener a través de la legalidad. Tales acciones han dado mala imagen al partido del sol azteca, y a la izquierda mexicana en general. Los cambios habidos en el País favorecen las acciones democráticas, y en ese contexto el PRD se encuentra en buena posición, y podría ganar incluso la elección presidencial, como ha ganado ya gobiernos de estados, alcaldías y cargos de autoridad y representación en general. Pero algunos perredistas echan todo eso por la borda al incurrir nuevamente en actos a todas luces condenables. En efecto, sólo la cerrazón dogmática de Pablo Gómez, coordinador de la fracción parlamentaria perredista, pudo aprobar el torpe proceder de sus copartidarios. Si con el aval de sus líderes, y fuera del poder, esos malos mexicanos actúan como lo hacen, habrá que imaginar lo que podrían hacer si su partido ganara el poder presidencial. Hay mexicanos -me cuento yo entre ellos- que de buena fe, y por el bien de México, pensamos que el próximo Gobierno de la República debe ser de izquierda, de modo que la nación vuelva los ojos hacia la causa de la justicia que se debe a los millones de mexicanos pobres. La empecinada necedad de algunos considerados izquierdistas, su proclividad a la violencia, su irracionalidad, su falta de respeto a la ley y a las instituciones, nos mueven a reconsiderar nuestro deseo, y a pensar que nada ha cambiado en esa izquierda cerril y virulenta en la que no es posible confiar, pues se mantiene inmóvil y cerrada a pesar de los vientos de renovación que están soplando en México... El joven padre de familia tenía ya seis hijas. En el séptimo parto su esposa dio a luz un varoncito. Lleno de alegría el marido llamó por teléfono a su padre a fin de darle la muy buena nueva. Pregunta el señor: "¿Y a quién se parece el niño?". Responde el feliz papá: "De la cintura para arriba no lo he visto, pero de la cintura para abajo se parece a ti y a mí"... Pitoncio, el pecador del pueblo, le comunicó al padre Arsilio que se iba a mudar a otra ciudad. "Cómo siento que te vayas, hijo -le dice el buen sacerdote sinceramente apenado-. Me dabas muchos temas para mis sermones"... Don Vitalio, señor de 80 años, casó con Nalgarina, frondosa dama de 40. Ella puso una condición para el casorio: dormirían en cuartos separados. La noche de bodas, para sorpresa de la recién casada, el senil novio llamó a su puerta y le hizo el amor cumplidamen-te. El asombro de Nalgarina fue mayor cuando media hora después don Vitalio volvió a llamar a la puerta y realizó otra vez obra de varón. Le dice con tono admirativo: "Si he sabido que ibas a volver no habría cerrado la puerta". Replica el veterano: "Y yo no habría vuelto si hubiera recordado que ya había venido"... FIN.