En la primera consulta el señor le cuenta al siquiatra con gran preocupación: "Una mujer empezó a desnudarse frente mí con actitud provocadora, y yo salí huyendo del cuarto donde estábamos". "Extraña reacción es ésa -comenta el analista-. ¿A qué la atribuye usted?". "No sé, doctor -responde el individuo-. Quizás a que la mujer era mi esposa"... Se casó un científico. La noche de bodas le pregunta su flamante mujercita: "¿Es cierto, Cartesio, que el cuerpo del hombre contiene más de un 90 por ciento de agua?". "Así es, en efecto -contesta el científico intrigado por aquella extraña interrogación -. ¿Por qué lo preguntas?". Replica la muchacha: "Porque me parece muy poca manguerita para tanta agua". (No le entendí)... Las palabras también desaparecen, como nosotros. Algunas caen en el olvido, a otras se las lleva el viento, aquéllas mueren porque nadie ya las usa... Don Juan Perales Robles, ventripotente director de la Escuela Primaria Anexa a la Normal, erguía toda su mínima estatura ante la gárrula chiquillería y luego nos gritaba con estentórea voz de cómitre: "¡Barbajanes!". Sabroso mexicanismo es ése que sirve para calificar al zafio, tosco, rústico, bárbaro o bestial. Si todavía se usara el tal voquible yo lo emplearía para gritarles a los diputados perredistas, con el mismo tono magnílocuo del viejo profesor saltillero: "¡Barbajanes!". Ahora sabemos que los asambleístas del PRD dejaron la tribuna de la Cámara sólo para que en su lugar treparan a ella los legisladores (es un decir) de ese partido, que otra vez se gana fama de violento y alborotador. Nadie diga que no tenía otro recurso para protestar por la medida que en forma tan imprudente buscan imponer panistas y priistas. Sobrados recursos da la ley para oponerse a un acto así, y evitar todos sus efectos. Pero está visto que muchos señores perredistas -y señoras más- tienen una tendencia natural a la violencia y el relajo como medios de presión, y ni siquiera piensan en las instituciones ni en el orden jurídico, porque su educación cívica y política ha consistido en ser "brigadistas", es decir, empleados a sueldo del PRD para fijar pegotes, repartir volantes, organizar manifestaciones callejeras y valerse de todos los medios para sacar la tripa de mal año, aunque sea con modos ilegales. Esa señora Padierna, a la que se le debería caer la cara de vergüenza por los excesos propios y los de su consorte, se repanchiga con desfachatez en la silla de la presidencia camaral, tras de que el rabadán perredista, Pablo Gómez, con alevosa premeditación da el santo y seña para que sus paniaguados asalten la tribuna y revienten de nuevo la sesión. Hay insidia y mala fe en todas estas acciones de violencia que vulneran nuestra incipiente democracia. La pobre no acaba todavía de asomar y es atacada ya por quienes se han nutrido en el dogma y en el más burdo empleo de la fuerza como instrumento de política. Dañan a México esos tales, y aun se dañan a sí mismos y a su partido, pues por pretender ganar lo poco arriesgan lo mucho ahora que están en posibilidad de ganarlo. Sus acciones no son meditadas, ni pasan por el tamiz de la consideración: son reacciones elementales de bravucones callejeros. ¡Y se dicen de izquierda esos provocadores! Quisiéramos unos izquierdistas con sentido social, pero también con responsabilidad política y apego a las fórmulas de la convivencia democrática, que incluyen el respeto a la ley y a las instituciones. En vez de eso tenemos hombres y mujeres que lejos de promover el diálogo promueven el desorden y la anarquía. No cabe duda: los izquierdistas no están maduros para la izquierda... FIN.