Torreón Calidad del aire Peregrinaciones Tránsito y Vialidad

De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

Hoy aparece aquí una tremenda historia: "El consuelo en la desdicha" o "Bálsamo del afligido". Ese nombre parece sacado del Siglo de Oro español: así podría llamarse un drama de Lope, Tirso o Calderón. Pero nadie se deje engañar por la apariencia: tras ese título se esconde una de las mayores picardías que en este espacio han visto la luz pública. Mis cuatro lectores hallarán el deplorable texto al fin de esta columnejilla... Existe la contaminación ambiental, claro, pero por estos días los mexicanos sufrimos una forma peor de degradación del ambiente: la contaminación política. Si por arte de birlibirloque los políticos venales y corruptos desaparecieran de repente, se aclararía el cielo de la Patria y brillaría sobre la República un espléndido sol primaveral. Pero no se van esos políticos, y sus oscuras palabras y sus turbios hechos forman una calígine u oscuridad que ensombrece el horizonte mexicano, y nos hacen temer por el futuro. Mala peste ha caído sobre nosotros con esta baja ralea de inmorales... Sigue ahora el relato que arriba se anunció: "El consuelo en la desdicha" o "Bálsamo del afligido". Esta narración es propia de goliardos: las personas con escrúpulos morales deberían suspender ahora mismo la lectura... El califa de Basora, en la Arabia de Las Mil y una Noches, se había ganado fama de hombre duro y cruel. Sus sentencias eran sobremanera rigurosas, aspérrimos los castigos que imponía. Los jenízaros le presentaban reos cada día, y el califa, tras conocer la culpa de cada uno, decretaba la pena que debía sufrir. Aquella mañana le llevaron a un hombre atado con cadenas. "¿Qué hizo?" -preguntó el califa. "Gran señor -respondió el jefe de la guardia humillando la cabeza-. Lo encontramos refocilándose con una odalisca de tu harén!". "¡Ah! -clamó el califa ardiendo en cólera-. ¡Entréguenlo a Pitolón, el gigante negro de la Nubia, para que le haga lo mismo que él le hizo a mi odalisca!". "¡Nunca! -respondió altivo el condenado-. ¡Antes la muerte que sufrir esa vergüenza! ¡Mi honor y mi decoro valen más que mi vida!". "¡Calla, bellaco!" -le ordenó el jenízaro. Y con una bofetada le selló los labios. El siguiente reo era un hombre que había robado un pan en la tahona de palacio. "Córtenle las manos -sentenció el califa-. Luego háganlo beber plomo derretido, y por último despedácenlo y echen sus carnes a los cerdos". Todos se espantaron al conocer aquel duro castigo. El tercer preso había entrado sin licencia en los jardines del señor. "Córtenle los pies -dijo el califa- y córtenle también la lengua, de modo que no pueda decir lo que vio ahí. Después arrójenlo en la perrera para que los mastines lo devoren". El que seguía estaba acusado de no haber dicho la oración. El califa dictó su sentencia: "Aplíquenle en los ojos un hierro al rojo vivo, para que nunca vuelva a ver la luz del sol, y luego denle 500 latigazos. Por último quémenlo en la hoguera". El último reo de la mañana había blasfemado. "Ábranle el cuerpo con unos garfios puntiagudos -decretó el califa-, y sáquenle las entrañas para que sean pasto de los buitres. Luego ásenlo en una parrilla hasta que no queden ni siquiera cenizas de este réprobo". No había ya más reos. El jefe de la guardia procedió a sacar a los cinco sentenciados a fin de aplicar a cada uno el castigo que su señor había ordenado. Cuando iban saliendo, el hombre que iba a ser entregado a Pitolón, el gigante negro de la Nubia, para que le hiciera a él lo mismo que él le había hecho a la odalisca; aquel que había proclamado que prefería morir antes que ver perdida su honra, se vuelve hacia los genízaros y les dice con suplicante voz: "No se les vaya a olvidar, por favor: yo soy el de la cogidita"... FIN.

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 115426

elsiglo.mx