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De Política y Cosas Peores

Catón

El coordinador de la fracción parlamentaria de un cierto partido en la Cámara de Diputados les dice a sus pupilos: "Necesitamos a uno de ustedes para que forme parte de la Comisión de Presupuesto. Voy a ponerles un examen: ¿cuántas son 7 por 5?". Un diputado escribió en su papeleta: "32". Al salir del examen saca su calculadora, hace la operación y descubre que 7 por 5 son 35. Desconsolado pensó que ya no estaría en aquella comisión. Días después su coordinador lo llamó para decirle que había ganado el puesto. "¿Cómo es eso? -se asombra el diputado-. No escribí la respuesta correcta". "En efecto -confirma el pastor-. Pero fuiste el que más se acercó"... En su olvidado Catecismo el buen padre Ripalda enunció las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad, y dio a conocer también las cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. El metódico jesuita habló igualmente de las virtudes opuestas a cada uno de los siete pecados capitales: contra soberbia, humildad; contra avaricia, largueza; contra lujuria, castidad; contra ira, paciencia, contra, gula, templanza; contra envidia, caridad; contra pereza, diligencia... Yo quisiera añadir otra virtud a esa lista. Así como hay la santa virtud de la indignación debería haber también la santa virtud del asco. Si los mexicanos la tuviésemos estaríamos ya asqueados por la diaria tragicomedia que nos muestra la descomposición de la clase política; el extremo grado de corrupción y de cinismo a que han llegado muchos personajes públicos; el perdido respeto a las instituciones... Todo parece estar podrido en la vida pública de México; si nuestra política oliera despediría tufo de hedentina. No sólo la ética está ausente de la conducta de los bribones con cargos de autoridad o representación: en forma tácita, y aun expresa, han manifestado el desprecio que sienten por la ley. Ojalá el asco nos removiera la conciencia y nos hiciera condenar los torpes actos de esos hombres y esas mujeres capaces de todo cinismo y toda perversión. Ojalá ese asco nos hiciera abrir los ojos para advertir la amenaza de peores males que pueden consumarse si no rechazamos toda esa podredumbre. No debemos rendirnos ante la patanería de los truhanes. Ellos están envilecidos, pero México no. Quizá son duras mis palabras. Escribo esto en lunes, día propicio a los malos humores y a los malos discursos. Sin embargo la acrimonia y la murria propias de ese día en el cual ni siquiera las gallinas ponen, no me impiden advertir que hay muchos buenos mexicanos, hombres y mujeres, que podrían ocupar los sitios que ahora ocupan los pillos de ambos sexos, los bandidos, los violadores de la ley, los ambiciosos que en nada se detienen para ver consumados sus propósitos. Pensemos en aquellos buenos ciudadanos. Son una valiosa opción frente a la embestida de esa inmoralidad que haría de este país un botín de sinvergüenzas... Carajo, una perorata más como ésta y la República se convulsionará. Hasta podría desprenderse la península de Baja California. Moderemos mejor nuestra iracundia, y sedemos nuestro ánimo con el relato de otras vacuidades... Don Autumnio, senescente caballero, invitó al cine a la señorita Solicia Sinpitier, célibe madura. "No, gracias -declina ella la invitación-. Temo que al apagarse la luz usted intente acariciarme". "¡De ninguna manera, señorita! -protesta don Autumnio-. ¿Qué dirían las personas sentadas atrás?". "Podemos irnos a la última fila" -sugiere tímidamente la señorita Sinpitier... Un ratero entró por la noche en una farmacia y se llevó todas las cajas de Viagra en existencia. El jefe de policía llama a sus agentes y les dice: "Busquen a ese ladrón. Seguramente es un criminal endurecido"... FIN.

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