Don Cornulio oyó ruidos en el clóset de su recámara. Lo abrió, y adentro estaba un tipo en peletier, por no decir en cueros. "¿Quién es usted?" -pregunta don Cornulio, que siempre tenía la pregunta adecuada a cada caso. Le dice el sujeto: "-Soy el exterminador de termitas". "¿Exterminador de termitas -repite severo don Cornulio- y sin ropa?". Explica el tipo, imperturbable: "El problema es serio"... El agente de seguros le dice a Babalucas: "Más del 80 por ciento de los accidentes suceden en casa". Declara el tonto roque: "-Entonces me voy a mudar"... Decía una señora: "Mi hija es madre soltera. Ha tenido nueve hijos a causa de un problema de lenguaje". Alguien se extraña: "¿Un problema de lenguaje la ha hecho tener nueve hijos? ¿Qué problema de lenguaje es ése?". Contesta ella: "No sabe decir ‘no’"... El señor se inquietó: su hija estaba con el novio en la sala de la casa, y no se oía ruido de conversación. "¡Susiflor! -le grita-. ¿Está tu novio ahí?". "No, papi -responde la muchacha-, pero ya va llegando"... Le pregunta un tipo a otro: "¿Qué harías si supieras que tu mujer estaba saliendo con otro hombre?". Responde el individuo: "Le compraría al pobre ciego un perro guía y un bastón"... El esposo de la mujer caníbal se portaba mal. Le cuenta ella a su vecina: "No sé qué hacer con mi marido". Ofrece la otra antropófaga: "Si quieres te presto mi recetario"... Aquel maduro señor tenía problemas de performance. Un amigo le dijo que los ostiones eran buenos -en efecto: eran- para mejorar el desempeño conyugal, de modo que el señor se compró 15 docenas y las consumió todas. Al día siguiente le pregunta el amigo: "¿Cómo te fue?". Responde el señor escuetamente: "Tres". "¡¿Tres!?" -exclama el amigo con admiración. "-Sí -confirma el señor-. Tres días en el hospital"... La señorita Peripalda, catequista, les pregunta a los niños: "¿Cuál es la primera condición para que Dios pueda perdonar nuestros pecados?". Contesta Pepito sin vacilar: "Tener pecados"... Hamponio, maleante de vida criminal, se presentó ante el padre Arsilio: quería bautizarse. "Muy bien, hijo mío -le indica el sacerdote-. Preséntate aquí el viernes a las 8 de la noche". "Oiga, padre -inquiere el tal Hamponio. ¿Qué los bautizos no son los domingos en la mañana?". "Así es, hijo -confirma el padre Arsilio-. Pero contigo no será suficiente un poco de agua. Tendremos que marinarte dos noches"... Mí no comprende, como dijo el gringo. Por un lado la Constitución prohíbe los monopolios, por el otro el Estado es el mayor monopolista. Se supone que vivimos en un régimen de libertad, pero la verdad monda y lironda es que seguimos viviendo bajo un régimen de estatismo que impide que los ciudadanos puedan invertir o trabajar en muchos campos de la actividad. El caso más patente es el de PEMEX. Reducido a sus términos más simples ese monopolio se manifiesta en el hecho de que los mexicanos sólo podemos comprar una marca de gasolina. La libertad consiste en la posibilidad de escoger. Escoger, sí, ya sea entre dos religiones, dos partidos políticos o dos marcas de jabón. Y en lo que hace a la gasolina los mexicanos no podemos escoger; debemos resignarnos -como ante los terremotos u otros fenómenos de la naturaleza- a comprar gasolina cara, de inferior calidad y a veces aun adulterada u objeto de contaminación. Y que nadie hable de privatizar ni siquiera un clip obtenido en alguna oficina de PEMEX, porque de inmediato se eleva un vocerío de voces –materia de que se forman por regla general los voceríos- que acusan al proponente de ser antimexicano. Lo dicho: mí no comprende... FIN.