En cierto pequeño pueblo la presidencia municipal abrió una nueva oficina encargada de otorgar los permisos para construir. El primer día se presentó un vecino que iba a hacer su casa, y pidió la autorización correspondiente. "¿Trae los planos?" -le pregunta el jefe de la dependencia. "Aquí están" -responde el solicitante. El funcionario les echa una ojeada, ve que estaban bien, los firma y pone en ellos el sello de la oficina. "Aquí tiene usted su autorización" -le dice. Dos semanas después otro vecino fue a solicitar un permiso igual. En esta ocasión lo atendió una secretaria. Después de hacerlo esperar dos horas la muchacha lo pasó con un empleado subalterno. "¿Trae usted los planos?" -pregunta éste. "Aquí los tiene" -dice el vecino. Le indica el empleado: "Vaya a sacarles siete copias, entregue uno en cada ventanilla y espere 45 días para recibir la respuesta". "¡Oiga! -protesta el señor-. ¡Un vecino mío vino el primer día que abrió esta oficina, y en 10 minutos le dieron la autorización!". "Sí -reconoce el burócrata-. Pero eso era antes de que nos organizáramos"... Me pregunto si habrá un país en el planeta donde se necesiten tantos trámites para hacer cualquier cosa como en México. Quizá el burocratismo nos llegó de España, el reino del papel sellado, pero acá lo hemos hecho llegar a los extremos de lo kafkiano. Las dificultades que afronta el ciudadano para hacer cualquier trámite son tantas y tan grandes que dan origen a vicios como el llamado coyotaje, y a todas las formas de la corrupción. Alguna vez se intentó una simplificación administrativa, y hasta se creó una dependencia especial para llevarla a cabo. Desgraciadamente las cosas en la oficina de simplificación se complicaron: no fue posible cumplir los trámites para establecerla. Y es que la burocracia está muy burocratizada, y nadie la quiere desburocratizar; el que la desburocratice será un buen desburocratizador. (El Gobierno del cambio no está haciendo nada al respecto, pero lo está haciendo con 15 copias)... La señorita Peripalda, maestra de catecismo, les habló a los niños durante media hora acerca de Jesús. Luego, para distraerlos, les propuso una adivinanza: "A ver: ¿quién guarda nueces para el invierno, tiene una larga cola y trepa a los árboles?". Pepito levanta la mano. "Ya sé que la respuesta debe ser ‘Jesús’ -dice-, pero a mí me suena más bien como una ardilla"... Le dice el facultativo a su paciente: "Sus problemas, don Abusio, vienen del cigarro, del vino, de las mujeres... Si quiere usted seguir viviendo tendrá que cortarse el cigarro, tendrá que cortarse la bebida, tendrá que cortarse...". "¡No, doctor! -lo interrumpe el tipo muy alarmado-. ¡Eso por nada del mundo me lo corto!"... Sonó el teléfono y contestó la niñita. "¿Está tu papá?" -pregunta una voz de hombre. "No" -responde la pequeña. "¿Y tu mamá?". "Tampoco". "¿Hay alguna persona adulta en la casa?". "No". "Bien. Diles por favor que llamó el señor Arazterrigoitechea. ¿Tienes papel y lápiz?". "Sí". "Apunta, para que no se te olvide: Arazterrigoitechea". Pregunta la pequeña: "¿Cómo se escribe?". Deletrea con lentitud, pacientemente, el que llamaba: "A-ere-a-zeta-te-e-doble ere-i-ge-o-i-te-e-c-hache-e-a". Se hace un silencio, y luego la niñita pregunta: "¿Cómo se hace la a?"... Enfermó el gorila del zoológico, y el encargado decidió llevarlo a su casa para cuidarlo día y noche. Lo puso en el cuarto de la criadita por el fin de semana. Pero ella llegó una noche antes. Al día siguiente fue con la señora: "Me voy de esta casa -dice con enojo-. El amigo del señor, ése que durmió en mi cuarto, abusó de mí seis veces seguidas, y ni siquiera tuvo la atención de quitarse el abrigo"... FIN.
