Tres osados aventureros hacían un viaje alrededor del mundo en un globo aerostático. Un buen día dice uno de los exploradores: "Acabamos de pasar por París. Saqué la mano y toqué la Torre Eiffel". Días después dice el segundo explorador: "Acabamos de pasar por Nueva York. Saqué la mano y toqué la Estatua de la Libertad". Pasan algunos días más, y dice el tercer explorador: "Acabamos de pasar por la Ciudad de México. Saqué la mano y me robaron el reloj". ¡Infame historietilla la que acabas de narrar, columnista perillán! ¡Ni tú mismo seguramente diste crédito a la inverosímil trama de tan desorbitado chascarrillo! En primer lugar, desde el desastroso final del vuelo del "Hindenburg", aquel fatal 6 de mayo de 1937 en Lakehurst, Nueva Jersey, los aparatos de navegación aérea más livianos que el aire han caído en un total desuso. En segundo lugar no es creíble que yendo a bordo de uno de esos aeróstatos un viajero pueda tocar eminencias del terreno o estructuras levantadas por mano de hombre, pues la cercanía de tales objetos pondrían en evidente riesgo al globo de caer por el desgarramiento de la frágil tela que encierra el helio o el hidrógeno. Finalmente, y esto es lo más inverosímil de todo, no es posible que al pasar los viajeros por la Ciudad de México, cuando uno de ellos sacó la mano le hayan robado –como dices- el reloj. Le hubieran robado también la ropa, incluyendo calcetines, calzones y demás, y luego el globo con todo y pasajeros, equipo y sus accesorios, de nada de lo cual hubiera quedado resto alguno. Y no habría servido a los infelices exploradores llamar policías: ¡iban a estar muy ocupados escondiendo el globo y todo lo demás! En tal virtud, columnista belitre, exhortámoste a que absténgaste en el futuro, y también en el pluscuamperfecto de subjuntivo, de contar esos cuentos en los que nadie cree y que resultan vanos como una vana nuez... En la fiesta el individuo aquel se dirige a la guapa muchacha y de buenas a primeras le espeta: "Perdone usted, señorita: ¿posaría desnuda para mí?". "No" -contesta ella con disgusto disponiéndose a alejarse del sujeto. "¿Por qué no?" -quiere saber el tipo. "Porque no soy modelo" -replica ella. "-Eso no importa -dice el tipo-. Yo tampoco soy pintor"... Muy enojada la muchacha pide a su galán que le quite la mano del opulento busto, donde el tipo atrevidamente la había colocado. "¡Pero, Susiflor! -se justifica él-. ¡Tú me dijiste que querías hablarme con la mano puesta en el corazón!"... Un señor hablaba con mucho orgullo de su familia. "Tengo seis hijos" -presumía lleno de satisfacción-. "¡Caray! -dice uno de los presentes con expresión de envidia-. ¡Cómo me gustaría a mí tener seis hijos!". "¿No tiene usted familia?" -pregunta compasivo el señor-. "-Sí, -responde el otro-. Tengo catorce hijos"... El guía le dice al explorador de África: “Le tengo dos noticias, señor; una mala y la otra peor”. “¿Cuál es la mala noticia?” –pregunta el explorador con inquietud. Le informa el guía: “Su esposa entró en la aldea de los caníbales sin darse cuenta”. “¡Santo Cielo! –se consterna el explorador-. Y ¿cuál es la noticia peor?”. Le dice el guía con tono de desilusión: “Ya habían comido”... Don Poseidón tenía una hija en edad de merecer. El novio de la muchacha se presenta ante él y le dice: “Señor, vengo a pedirle la mano de Dulcilí”. Pregunta, severo, el genitor: “¿Y tiene usted dónde meterla?”. “No –responde el galancete-. Precisamente por eso vengo a pedirle su mano”... (No le entendí)... FIN.