Llorosa, contrita, atribulada y compungida aquella chica soltera les informó a sus padres que estaba un poquitito embarazada. "¿Quién es el padre de la criatura?" -pregunta el genitor. "No sé" -responde la muchacha, gemebunda. Bufa el padre: "¿Esa es la educación que te dimos? ¿Ni siquiera aprendiste a preguntar: ¿Con quién tengo el gusto?"... El marido de la señora no aparecía. En compañía de una comadre ella fue a denunciar su desaparición. "¿Cómo es su esposo?" -pregunta un agente de policía. Responde la señora: "Es alto, delgado, bien parecido, de ojos verdes". La comadre la lleva aparte y le pregunta con azoro: "¿Por qué dijiste eso? El compadre es chaparro, panzón, feo, y tiene ojos colorados". Replica la señora: "¿Y a ése quién lo quiere de regreso?"... Doña Ricarda, señora de la alta sociedad, supo que su chofer estaba enfermo en el hospital, y fue a visitarlo. Le pregunta la recepcionista: "¿Es usted su esposa?". "¡Por supuesto que no, señorita! -se ofende ella-. ¡Solamente soy su amante!"... Babalucas y su señora andaban de viaje. En el hotel ella se sorprendió al ver que su marido estaba bajo la ducha con un paraguas abierto. "Es que no hay toallas" -explica el tonto roque... Comentaba una casada joven: "Cuando me casé, mi marido era todo mi mundo. Pero luego aprendí Geografía"... Le dice la paciente al analista: "Doctor: soy ninfómana". Replica el siquiatra: "Podré atenderla mejor, señora, si saca la mano de ahí"... Le preguntaron a un señor: "¿Qué te parece el nuevo párroco?". "No me gusta mucho -confesó él-. Sus sermones son tan largos que no puedo permanecer despierto, pero grita tan fuerte que no puedo permanecer dormido"... Aquella señora sintió envidia al ver que su vecina lucía un precioso abrigo de visón. "¿Cómo hiciste para conseguirlo?" -le pregunta. Responde la mujer: "Cada vez que mi marido quería hacer el amor le cobraba 500 pesos. Así fui juntando dinero hasta que tuve lo suficiente para comprar la prenda". Esa noche el esposo de la señora se acercó a ella con intención romántica. "Si quieres amor -le dice la mujer-, tendrás que pagar 500 pesos". Él se indignó sobremanera, pero ella se mantuvo en sus trece y ni cedió ni se dio. El marido fue a buscar en su cartera. "Nada más traigo 300 pesos" -dice. La señora firme, le responde: "Por esa cantidad sólo tendrás derecho a acariciarme". Mohíno, el infeliz aceptó el trato. Las caricias, sin embargo, cambiaron el ánimo de la mujer. "¿Qué te parece -le dice a su marido respirando agitadamente-, si te presto los otros 200 pesos y después me los pagas?"... En todos los países del mundo pagar impuestos es una obligación que el ciudadano cumple a regañadientes. En México ese deber se vuelve más enojoso aún porque el contribuyente no ve que el dinero que paga se lo devuelva el Gobierno Federal en obras y servicios públicos de calidad. Por principio de cuentas gran parte del dinero recaudado sirve para pagar el costo de una onerosa burocracia. Otro va a dar a manos de sindicatos que exprimen el erario. La ineficiencia y la corrupción cobran aún su cuota. Sólo el resto se emplea en tratar de atender las crecientes necesidades de la población, que demanda los bienes sociales a que tiene derecho y los recibe tarde, en modo insuficiente, y malos. Pagar impuestos es siempre una molestia. En México a esa molestia sigue la indignación de ver que pagaste por algo que no vas a recibir... Los esposos tenían problemas entre sí. Sugiere la señora: "Quizá si tuviéramos un hijo se salvaría nuestro matrimonio". Responde el marido desconcertado: "¡Pero si ya tenemos cinco!". "Sí -reconoce la mujer-. Pero yo digo uno tuyo"... FIN.