Simpliciano, candoroso joven, les anunció a sus padres que se iba a casar con Criba, muchacha muy vivida. "¡No puede ser! -exclama consternada su mamá-. ¡Esa muchacha se ha acostado con todos los hombres del pueblo!". Pregunta Simpliciano: "¿Y yo por qué voy a ser menos?"... El dueño de la tienda instruyó al nuevo empleado: si un cliente pedía algo que no hubiera en existencia debía sugerirle un artículo similar. Llegó una señora a comprar papel sanitario. “Papel sanitario no hay -le dice el muchacho-. Pero tenemos un excelente papel de lija"... Se hablaba de emperadores romanos. Pregunta la maestra a los niños: "¿Conocen alguna frase célebre de César?". "-Sí -levanta la mano Pepito-. ‘Yo hago la ensalada’"... Subió Moisés a lo alto del Monte Sinaí. Ahí le dice Jehová: "Tengo unos mandamientos para tu pueblo". "¿Mandamientos? -pregunta Moisés con suspicacia. ¿Cuánto cuestan?". “Nada -le contesta el Señor-. Son gratis". "Ah, bueno -se tranquiliza el gran prócer judío-. Entonces dame diez"... En la fiesta de jubilados dice uno de los asistentes: "El hombre debe saber retirarse a tiempo". "Es cierto -confirma una señora-. Así se tienen menos hijos"... (No le entendí)... Cuando se habla de narcotráfico Estados Unidos se presenta como víctima de países -Colombia, México y otros- en donde se produce la droga o a través de los cuales llega a Norteamérica. Tal idea no puede ser más aberrante. La verdad es que esos países son víctimas del hedonismo y la degradación moral de los estadounidenses que consumen la droga. El diletante yuppie ansioso de nuevas experiencias, el intelectual esnob, el despistado adolescente sin guía de sus padres, el workaholic esclavizado por el trabajo y urgido de estímulos artificiales para poder cumplirlo, el artista vicioso, el hombre violento que en la droga encuentra el valor para sus crímenes, la hez humana de las grandes ciudades; todos, en fin, los compradores de esas substancias tóxicas son los causantes del narcotráfico y sus nocivos efectos. Verdad de Perogrullo: sin compradores no habría vendedores. Así pues no hagan caer los norteameri-canos sobre esos países el fariseísmo de un juicio moral que no están en aptitud de hacer. Más bien cuiden su vida en familia, la calidad de su educación, los valores de su sociedad, la formación religiosa en las generaciones nuevas. Lo demás es hipocresía; es ver la paja en el ojo ajeno y no advertir la viga en el propio. Ya lo dije, y no me retractaré... Voy a narrar otros cuentecillos a ver si se me pasa la mohína... Un par de golfistas ven venir a dos señoras que salían de la casa club. Dice uno: "Ahí viene mi esposa con una mujer más fea que un demonio". Replica el otro con sequedad: "Qué coincidencia: la mía también"... El perro de aquel señor había mordido a todo el vecindario. Un juez le ordenó hacerlo castrar. Cuando lo llevaba con el veterinario el desgraciado can mordió a un viejito que salía de su casa. "¡No me denuncie, por favor! -ruega el señor-. ¡Le juro que llevo el perro con el veterinario para que lo castre!". Responde el ancianito, dolorido: "Mejor llévelo con el dentista para que le saque los dientes. Por lo que he oído le gusta más morder que follar"... La psicóloga especialista en sexo les hablaba a las señoras acerca de la importancia que tienen las palabras en el sexo. Le pregunta a una: "Usted, señora ¿le habla a su marido durante el acto?". "Únicamente al final -responde la señora-. Si hay un teléfono a la mano"... FIN.
