El ginecólogo le pregunta a la señora: "¿Es usted sexualmente activa?". Responde ella: "No. Nada más me pongo y dejo que mi marido haga todo lo demás"... Hamponito, el hijo del narco de la esquina, le informa a su papá: "El maestro se la pasa regañándome". Responde el malhechor: "Eso lo arreglo yo mañana". "Bien -dice Hamponito-. Pero haz que parezca un accidente"... Llegó don Astasio a su casa y encontró a doña Facilisa, su consorte, en apretado trance de fornicio con el compadre Pitorrón. Dejó don Astasio su saco y su gorra en el perchero y fue al chifonier donde guardaba la libretita en que solía anotar epítetos de denostación para decirlos a su mujer en esos casos. Regresó a la alcoba y le espetó a la pecatriz: "¡Merenga!". Esa palabra la encontró don Astasio leyendo las adiciones hechas por don Martín Becerra al lexicón de la Academia. Ella pareció no escuchar la voz de su marido. Sin alterar el ritmo que usaba en esas ocasiones, de 3 por 4 -tempo de vals, el adecuado a su edad-, siguió con el borneo propio del caso. En vista de la situación don Astasio se dirigió al compaño de su esposa y le dijo estas sentidas palabras: "Y usted, compadre ¿por qué viola de este modo tan ruin los deberes que emanan del parentesco espiritual que nos vincula?". "Compadre -responde el follador solemnemente-. Recuerde usted sus propias palabras. Me dijo el día de ayer: ‘No aguanto ya a mi esposa’. Yo le recomendé: ‘Divórciese de ella’. Y usted me contestó: "No puedo, compadre. Póngase usted en mi lugar’. Fue lo que hice"... ¡Gracias, amadísimos cuatro lectores míos! Por obra y favor de ustedes mi libro -en verdad dos libros en uno- "Lo mejor de Catón escogido por Armando Fuentes Aguirre y Lo mejor de Mirador escogido por Catón" se ha convertido en un best seller. La presentación que de él hizo la benemérita Editorial Diana en la Feria del Libro en Monterrey fue un éxito sensacional, delirante, frenético, apoteósico, para decirlo morigeradamente. Tan nutrida fue la asistencia que los organizado-res y yo sufrimos la pena de ver que la gente debió sentarse en los pasillos, y aun en el foro, pues el recinto no fue suficiente para acomodar en la debida forma a la numerosa concurrencia. Dos horas y media pasé firmando libros al final de la presentación: los amabilísimos lectores hubieron de formar tres filas que se prolongaron hasta afuera de la sala, siendo que ya había estado yo una hora antes firmando en el stand de Diana. Mañana domingo presentaré el doble volumen en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, a las 12 horas, en el Gran Salón de Eventos. Hablaré ahí de mi trabajo de escritor, narraré cosas de mi agitada vida, contaré cuentos con todos los colores del arco iris, platicaré contigo, responderé tus preguntas, y firmaré cuantos autógrafos me pidan mis amados lectores tapatíos, sin límite de tiempo como en la lucha libre. Será una gozosa ocasión en que podrán encontrarse nuestros ojos y nuestras palabras. Mañana domingo, pues, a las 12 horas, en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Estaremos Diana, tú y yo. Si faltas tú algo me habrá faltado a mí... La pobre Cenicienta estaba de rodillas fregando el piso de la cocina por orden de su odiosa madrastra y de sus hijas. En eso se le aparece una hermosísima mujer. "Cenicienta -le dice con ternura-. Soy tu hada madrina. He visto tu modestia y tu humildad, lo dócil que eres, lo servicial y lo hacendosa. Eres, en verdad, una muchacha muy buena". "¿Y vienes a realizar mi sueño de un príncipe azul?" -pregunta Cenicienta con anhelosa voz. "No -responde el hada-. Lo que pasa es que mi muchacha se me fue, y vengo a preguntarte si no te quieres ir a trabajar conmigo"... FIN.