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Doña Fecundina, esposa de Pitorraudo Preñatór, tenía ya 15 hijos. El padre Arsilio la exhortaba a moderar su tasa de natalidad: le decía que las condiciones de vida en el planeta se volvían cada año más difíciles a consecuencia de las guerras y el alto precio del tomate. La prolífera madre se justificaba: "Es que usted no conoce a Pitorraudo -le decía al buen sacerdote-. Su apetito amoroso es insaciable. Pena me da narrar estas intimidades, señor cura, pero ha de saber usted que todas las noches mi marido me hace objeto de un asalto amoroso. Si me acuesto boca arriba, me asalta. Si me acuesto sobre el costado izquierdo, me asalta. Si me acuesto sobre el costado derecho, me asalta lo mismo". "Pues, hija -sugiere vacilante el padre Arsilio-, acuéstate bocabajo". "Le digo, padre -suspira doña Fecundina-. No conoce usted a Pitorraudo"... Astatrasio Garrajara, ebrio con su itinerario, se hizo un propósito de año nuevo, y con toda anticipación se lo comunicó a su esposa. "En el 2005 -le dijo-, beberé tres días nada más". "¿Ah sí? -preguntó la señora con el mismo tono escéptico con que la esposa de Elcano le preguntó cuánto tiempo iba a tardar, pues el gran navegante vasco le dijo que saldría a dar una vueltecita. (Juan Sebastián de Elcano -1476-1526- lew dio la vuelta al mundo. Salió con la expedición de Magallanes, en 1519, y cuando este pereció en Filipinas a manos de los indígenas Elcano concluyó la navegación. Carlos I le dio escudo nobiliario, consistente en un orbe terráqueo con el lema latino Primus circumdedisti me, "Fuiste el primero en circundarme". Pío Baroja, en su libro "El país vasco", que me regaló el gran librero Pepe Font, hizo una emotiva semblanza de su conterráneo. Pero me aparto del relato. Cuando Astatrasio Garrajarra le comunicó a su mujer que se había hecho el propósito de beber únicamente tres días en el 2005, ella, incrédula, le respondió: "¿Ah sí? ¿Y qué tres días serán esos?". Responde el temulento: "El día de mi cumpleaños, el día de nuestro aniversario de bodas, y el día que me dé la regalada gana"... De nos ser por los paisanos y paisanas que trabajan en "el otro lado", ya habría estallado en México una revolución. La ficción cinematográfica imaginó lo que sería para Estados Unidos "Un día sin mexicanos", pero nuestro país no podría sobrevivir ni un solo día sin esa valerosa gente que arriesgó hasta la vida para ir a trabajar más allá del río Bravo, y que sufre discriminación y otras variadas formas de injusticia con tal de ganar dinero para enviarlo a su familia. Han llegado los días en que nuestros paísanos vienen a su lugar de origen a pasar las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Hay malos mexicanos que los esperan -los acechan más bien- para sacarles dinero o molestarlos: codiciosos agentes de migración y aduanas, inmorales policías o agentes de tránsito que tratan de obtener dinero de ellos. Esa mala ralea comete delito de lesa humanidad y atenta contra personas que merecen el bien de la Patria y toda suerte de apoyo, ayuda y protección. Los gobiernos de los Estados y los municipios, las autoridades federales, todos deben actuar de consuno para hacer que el cruce de los paisanos por la frontera sea rápido, que su paso por las carreteras sea seguro, y que no sufran ellos y sus familias los efectos de una corrupción que en este caso es absolutamente imperdonable... Miss Dimwit Bigknockers, muchacha de tetamen opulento, se registró en la competencia de nado de pecho. Llegó en último lugar, y lo primero que hizo al salir de la piscina fue protestar ante los jueces. Les dijo muy molesta: "Las demás nadadoras usaron los brazos"... FIN.

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