Decían los antiguos que no debe tenerse siempre el arco en tensión. Es menester quitarle la cuerda de vez en cuando, pues si continuamente se le tiene tenso el arco se aflojará, y no podrá ya disparar flechas. Lo mismo sucede con nosotros: hemos de entregarnos al trabajo, porque el trabajo no es maldición, sino bendición grande que ennoblece y da sentido a la vida de los hombres. Pero no todo puede ser trabajo. La muy manida frase enseña que "Hay que trabajar para vivir, no vivir para trabajar". Santa Teresa, gran santa y más grande aun mujer, solía decir una frase llena de sabiduría y sabrosura: "Cuando Cristo, Cristo, y cuando pisto, pisto". El pisto era un sabroso guiso de su tiempo. Quería significar la santa que cuando es tiempo de trabajar hay que entregarse plenamente a la tarea; pero ante una buena mesa o frente a cualquier otra ocasión de gozo humano se debe disfrutar el momento en plenitud y vivir con alegría ese don de la vida. Trasladadas las cosas al trabajo, de sabios es desocuparse por completo de vez en cuando, es decir, reservarse para sí un día, o una tarde, o una hora siquiera, en que no se va a hacer absolutamente nada, en que estará uno consigo mismo, dueño de sí, gozosamente ocupado en aquel "dolce far niente", el dulce no hacer nada que los italianos dicen. Eso renovará las fuerzas y nos permitirá aplicarnos de nuevo a la tarea con alegría mayor, para lograr así más buenos frutos. El columnista desea a sus cuatro lectores un buen descanso navideño y de fin de año. Fortalecidos el cuerpo y el espíritu con el gozo de estos días, la cotidiana labor se cumplirá con el buen ánimo que da el estar en buenos términos consigo mismo... La trabajadora social entrevistaba a una mujer que siempre estaba pidiendo ayudas en dinero. "¿Cuántos hijos tiene usted, señora?" -le pregunta. "-Diecinueve -responde ella- y espero uno más". "¡Como no va a estar apurada con esa cantidad de hijos! -le dice la funcionaria-. ¿Por qué ha tenido tantos?". "Es que gozo mucho con mi marido" -responde apenada la señora. "Yo también gozo mucho con el mío -dice la trabajadora- pero no tengo tantos hijos". Replica la mujer: ?Entonces préstemelo, porque el mío ya se me está cansando?... Una norteamericana que estaba de vacaciones en Acapulco entró en un vestidor. Se quitó el traje de baño y se sentó en una silla que ahí estaba. ¡Horror! La silla estaba recién barnizada, y la mujer se quedó pegada en el asiento. Trató de desprenderse, pero todo fue en vano; por más esfuerzos que hizo no lo consiguió. Desesperada le gritó a su marido que viniera a ayudarla, pero él tampoco pudo hacer nada. No tuvo más remedio que sacarla del vestidor con todo y silla. Para que se cubriera la hizo llevar delante un gran sombrero charro que había comprado. Así la subió en la parte trasera de su camioneta y la llevó al taller de un carpintero. El maistro, tras enterarse del problema, revisó con mucha parsimonia tanto a la silla como a la mujer. Ve el enorme sombrero con que la visitante se cubría, y luego dictamina con gran solemnidad: "-Mire, mister: a su señora seguramente la puedo despegar. Pero al mariachi va a estar muy difícil sacarlo de ahí"... FIN.