Hay enchiladas, claro, en sus múltiples y variadísimas presentaciones, pero también hay tacos, gorditas, flautas, chalupas, nachos, gringas, peneques, garnachas, quesadillas, pambazos, pellizcadas, sopes, clayudas, memelas, picaditas, cocoles, panuchos, molotes, salbutes, totopos, tostadas, burritos, tecoyotes, bocoles, pemoles, tintines, penchuques y tlacoyos. Esta última delicia de nuestra riquísima gastronomía vernácula, el tlacoyo, fue escogida por Ricardo Monreal, gobernador de Zacatecas, para ilustrar una opinión muy valedera: si bien la propuesta de legislación migratoria presentada por Bush no es toda la enchilada, sí es por lo menos el tlacoyo, es decir algo aceptable y que marca un avance en el proceso de conseguir justicia para el migrante mexicano en Estados Unidos, y respeto cabal a sus derechos. Ni a tirios ni a troyanos dará gusto el Presidente Bush con esa iniciativa. A más de su franco cariz electorero algunos opinan ya que la propuesta favorece mucho a los empleadores estadounidenses y poco a los trabajadores mexicanos. Otros, en cambio, juzgan que la oferta de Bush es el anuncio de una avalancha de greasers que serán riesgo para el mercado laboral y para la misma seguridad de la nación del norte. Jamás pensé que llegaría la fecha en que hablaría bien de algo hecho por Bush, pero no cabe duda de que ésta acción suya favorece, siquiera sea parcialmente, a los mexicanos que deben buscar el pan "al otro lado", ya que en éste no se lo pueden allegar, entre otras causas por el vicioso sistema de tenencia de la tierra establecido con la Reforma Agraria, que convirtió al campesino mexicano en una especie de menor de edad o incapaz sujeto a la tutela perpetua del Estado, en vez de hacer de él un ciudadano con derechos plenos, entre ellos el de la propiedad. Recibamos con beneplácito el tlacoyo, pues, y pensemos que eso de dar the whole enchilada, la enchilada completa, no es enchílame otra -no es cosa sencilla- para the Big Enchilada, que así se llama en slang americano al patrón o jefe, en este caso Bush... El día de Reyes un flamante coche de último modelo se detuvo frente a la casa de Pepito. Del auto se apeó una joven mujer vestida con gran lujo y constelada de joyas rutilantes. Llamó a la puerta, salió Pepito, la mujer abrió la cajuela del vehículo -petaca o maletero, para mis lectores de otros países- y sacó de ella juguetes numerosos y variados que dio a Pepito con un gran abrazo y repetidos besos. Luego la mujer se retiró con igual prontitud con la que había llegado. Los niños vecinos de Pepito vieron todo aquello con ojos de admiración, y boquiabiertos. Le pregunta uno: "-¿Es tu hada madrina?". "-No -responde Pepito con llaneza-. Es mi hermana piruja"... La esposa de Babalucas planeaba las vacaciones de verano. "-Mira -dice a su esposo mostrándole un folleto de turismo-. Cinco mil pesos por cuatro noches en Cancún. La habitación incluye dos niños gratis". Pregunta hosco Babalucas: "-¿Y para qué queremos dos niños gratis?"... Empédocles Etilez, el borrachín del pueblo, llegó a la vinatería del lugar y le pidió al empleado con tartajosa voz: "-Me das cinco litros de vino". Pregunta el hombre: "-¿Trae envase?". Responde el temulento: "-Con él estás hablando"... Astatrasio Garrajarra, otro borracho, andaba en perfecto estado de ebriedad. Le muestra a un policía las llaves de su auto y le dice muy angustiado: "-Me robaron el coche. Estaba al extremo de las llaves". "-Lo buscaremos -le dice el oficial-. Pero abróchese la bragueta, que trae algo de fuera". Se ve Astatrasio aquello y exclama lleno de aflicción: "-¡Qué desgracia! ¡También me robaron a mi novia!"... FIN.
