El médico le pregunta a la señora: "-¿Es usted una persona sexualmente activa?". "-A veces, doctor -contesta la mujer-. Otras nomás me pongo"... Un señor supo que su tío, el último que le quedaba, había pasado a mejor vida a los 96 años de edad. Fue a darle el pésame a la viuda del finadito, y le preguntó discretamente cómo había sido la muerte del señor. La respuesta que oyó lo dejó anonadado. Contestó la señora: "-Tu tío murió mientras estábamos haciendo el amor". "-¡Con razón! -exclama asombrado el visitante-. Eso de hacer el amor a los 96 años tiene sus riesgos". "-En este caso no -responde la ancianita-. Todos los domingos por la mañana hacíamos el amor siguiendo el lento ritmo de las campanas de la iglesia. El problema es que esta vez pasaron varios carros de bomberos"... Libidiano, galán concupiscente, narró una historia interesante: "-Tuve relaciones sexuales con esa muchacha hasta que a los dos años empezó a hacerme preguntas indiscretas". "-¿Qué clase de preguntas?" -inquiere uno. Responde Libidiano: "-Por ejemplo, un día me preguntó: ‘¿Cómo te llamas?’"... Ahora que ya no se aprobó la reforma fiscal podemos decir que la reforma fiscal que no se aprobó no era ninguna reforma fiscal. En efecto, era un simple paquete presupuestal muy alejado de lo que una verdadera reforma fiscal ha de ser. Para que una reforma pueda llamarse tal debe traer consigo cambios sustanciales. En nuestro caso todo lo que se relaciona con la cuestión fiscal está determinado por el vicioso centralismo que la Nación padece y por las siete décadas de dominación priista, régimen que convirtió a los estados de la República, supuestamente libres y soberanos, en súbditos de la Federación. En la pugna decimonónica entre federalismo y centralismo salió triunfador en teoría mi tozudo paisano Miguel Ramos Arizpe, sostenedor del federalismo, pero en los hechos -que tan tercos son- prevaleció la tesis centralista de fray Servando Teresa de Mier, el habilísimo regiomontano. Los vientos democráticos no han movido una sola hoja de ese árbol centralista. Más ámbito de acción, es cierto, tienen ahora los gobernadores frente al poder antes omnímodo del Presidente, pero esa libertad no se ha traducido en cambios que sólo podrían derivar de una verdadera reforma, de una redistribución, fincada en la ley, de los ingresos. Esa sí sería una reforma fiscal, no una simple miscelánea más grande quizá que las anteriores, pero en el fondo igualmente inicua para los estados, sometidos aún a la prevalencia del ogro federal... Caramba, eso del ogro federal me provocó un estremecimiento que me bajó por la columna vertebral desde la nuca hasta una región innominable. Contaré un chascarrillo final cuyo objeto es calmar a la República, no sea que también se haya asustado con ese símil fantasioso... Un rabino y un sacerdote eran amigos. Cierto día el rabino le preguntó al cura cómo era eso de las confesiones. El sacerdote lo invitó a oír algunas. Llega una mujer. "-Me acuso, padre, de que he engañado a mi marido". "-¿Cuántas veces?". "-Tres". "-Reza tres avemarías y pon 50 pesos en la alcancía de las limosnas". Llega otra señora. "-Me acuso, padre, de que he engañado a mi marido". "-¿Cuántas veces?". "-Tres". "-Reza tres avemarías y pon 50 pesos en la alcancía de las limosnas". Le pregunta el señor cura a su amigo: "-¿Entendiste ya?". "-Creo que sí" -dice el rabino. Propone el sacerdote: "-¿No quieres hacer tú la siguiente confesión?". El rabino acepta. Llega otra mujer. "-Me acuso, padre, de que he engañado a mi marido". "-¿Cuántas veces?". "-Dos". "-Ve y engáñalo otra vez -dice el rabino-. Los adulterios están hoy a tres por 50 pesos"... FIN.