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De Política y Cosas Peores

Catón

El padre Arsilio recibió al nuevo vicario parroquial. Era un curita joven, recién ordenado. En la primera misa de su auxiliar el padre Arsilio se puso cerca de él a fin de seguir su desempeño. Llegó la homilía, para la cual el padrecito había escogido el tema del infierno. "-¡Es un lugar horrible! -clamó con voz tonante-. Ahí hay todas las cosas que causan la perdición de los humanos: cigarros, copas, naipes y, sobre todo, mujeres de esas que llevan faldas cortas y ceñidas, medias que destacan lo bien torneado de las piernas, blusas transparentes que permiten ver la ebúrnea morbidez y cálidas redondeces de los senos...". "-¡Párale, hijo! -le dice con apuro el padre Arsilio-. ¡Hasta a mí se me está antojando ya irme al infierno!"... La parejita estaba en el asiento trasero del coche entregada a los urentes deliquios de la pasión sensual. En eso llegó un gendarme y proyectó sobre ellos la luz de su linterna. Vio lo que hacían -ninguna duda había sobre su acción-, echó una mirada sobre la hermosa joven y les dijo: "-Si quieren que no los arreste, sigo yo". "-Está bien -se resigna el novio-. Pero quiero que sepa que esta será la primera vez que se lo haga yo a un policía"... Sigue ahora un cuento que bien habrían podido narrar Tolstoi, Chejov, Gogol o Turguenev... El demonio se le apareció a un hombre rico. Le dijo: "-Vengo a llevarme tu alma". "-¡Qué susto me diste! -exclama con alivio el potentado-. ¡Pensé que habías venido a llevarte mi dinero!"... ¡Qué gran historia, columnista! Merece figurar en cualquier antología del relato breve por su concisión, su dramatismo y su final inesperado, semejante a los que inventaban O.Henry y Saki. Vino a mí esa narración a propósito de una de las múltiples y polimorfas paradojas que estamos viendo en estos cambiantes tiempos de la vida mexicana, en que no cambia nada. Diré cuál es esa paradoja. El señor Carlos Slim es dueño de la fortuna más grande en México y Latinoamérica. Entiendo que la única riqueza que le falta es la de vivir en Saltillo. (Por cierto uno de los incontables edificios de que es dueño el señor Slim, el de su compañía telefónica, afea en grave modo el centro histórico de mi ciudad. Con muy poca inversión podría don Carlos hermosear esa horrible construcción, situada a unos pasos de la preciosa catedral saltillera). Ha llamado la atención de muchos observadores el hecho, ya muy evidente, de que Carlos Slim está haciendo campaña en favor de Andrés Manuel López Obrador. Desde luego tiene vigencia permanente el apotegma del norteamericano Charles D. Warner según el cual "Politics makes strange bedfellows", la política hace extraños compañeros de cama. No sería la primera ocasión en que el mutuo interés juntara a un empresario de derecha con un político de izquierda, y menos extrañaría eso ahora, cuando los territorios de las derechas y las izquierdas -si es que aún existen- no tienen ya límites precisos. Lo cierto es que la saeta de la brújula política está apuntando hacia López Obrador. Los hombres del dinero son por esencia pragmáticos, igual que los políticos, y están dispuestos siempre a tratar hasta con el demonio si eso les sirve para mantener su fortuna y su poder. Cualquiera pensará que hay un acuerdo ya entre Slim y López Obrador. Éste tendría de su parte al principal representante del sector que más desconfía de él, y por su parte Slim estaría a salvo de los riesgos que representa un gobierno de izquierda, aunque la izquierda sea de mentiritas. Cosas, en fin, del dinero y del poder, que tan cercanos andan siempre uno del otro... FIN.

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