Astatrasio Garrajarra tiene buen vino. Los espíritus etílicos suscitan en él nobles sentimientos que lo llevan a profesar un optimismo al estilo de Cándido, el personaje de Voltaire, pero en serio. Desde luego hay quienes dicen que un optimista es aquél que confía en que se pospondrá lo que por fuerza debe suceder. En el caso de Garrajarra, sin embargo, el optimismo tiene la forma de esa virtud teologal maravillosa: la esperanza. De no ser por la esperanza no habríamos elegido a Fox y de no ser por ella nos ahorcaríamos por haberlo elegido. El caso es que hace días Garrajarra llegó a su casa a las 7 de la mañana, después de haberse corrido una parranda que toda la noche lo mantuvo concienzudamente ocupado. Entró en su hogar con vacilantes pasos y tartajeó un saludo a su mujer, que lo aguardaba hecha un obelisco, lo cual es más duro aún que un basilisco. Furiosa, irada, rabiosa, exasperada, le pregunta la esposa al temulento “-¿Recuerdas lo que te dije que te haría si volvías a llegar borracho?”. Responde Astatrasio con franciscana mansedumbre: “-¿Unos chilaquilitos?”. Remedio eficacísimo contra crudas o resacas es sabrosísimo manjar, hecho de migas de tortilla fritas con salsa de chile, lo cual explica la esperanzada interrogación del infeliz. No hay hombre más humilde que un crudo: está dispuesto a renunciar a toda vanidad con tal de hallar remedio a su laceria. Me pregunto si acaso hemos nosotros empezado a resentir la cruda de esa gozosa ebriedad del ánimo que vino con las primeras eclosiones democráticas. Después del 2 de julio del 2000 pensamos que todo sería miel sobre hojuelas: había caído ya el villano PRI, un sol radioso como de poema de Nervo fulgía en auroral promesa. (Permitánme un momento para apuntar esas palabras, “auroral promesa”, que podré usar después en algún texto antológico. “Auroral promesa”. Se oye bien. Continúo). Ahora nos damos cuenta de que nuestra democracia se parece en algo, salvadas las naturales diferencias, al amor. “Porque el amor florece como si no supiera / que ya es ceniza cuando todavía es hoguera”. Lo dijo otro poeta. Y sin embargo no podemos abdicar de la esperanza, pues eso sería volver a la desesperación. (¡Gulp!). Entendemos entonces las palabras de Bill Clinton, que pese a todos los pesares, o quizá por ellos, es hombre de buen sentido y juicio claro, salvo en determinados momentos. Habló Clinton del ex Presidente Zedillo y dijo que el hecho de haber reconocido el triunfo de la Oposición en la pasada elección presidencial “... fue uno de los actos más grandes del hombre de Estado en la historia de la democracia moderna...”. Yo creo que Ernesto Zedillo pasará a la Historia como el hombre cuya firme decisión y patriotismo hicieron que el paso hacia la democracia se diera sin violencia, dentro del marco de la ley y las instituciones. Que la primera experiencia democrática esté siendo frustrante es otra cosa... A aquella muchacha le decían “La tierra”. Era de quien la trabajaba... Himenia Camafría, madura señorita soltera, le narró a su amiguita Celiberia una gozosa experiencia que había tenido. “-Anoche iba yo por un oscuro callejón –le contó llena de felicidad-, y me salió al paso un individuo de muy buen ver, y joven. Me dijo: ‘El dinero o el honor’. ¡Y yo hice como que no traía dinero!”... El matrimonio de Astasio y Facilisa no iba bien. Sugiere ella: “-Quizá si tuviéramos un hijo las cosas marcharían mejor”. Replica desconcertado Astasio: “-¡Pero si ya tenemos tres hijos!”. “-Sí –contesta Facilisa-. Pero yo digo uno tuyo”... FIN.