No cabe duda: el castellano es un idioma que discrimina a la mujer. Si observamos algunas palabras veremos cómo se transforma su significado -para mal- cuando esas palabras cambian del masculino al femenino. Pongo algunos ejemplos, entre muchos. "Mancebo": hombre soltero. "Manceba": concubina... "Barragán": valiente, esforzado. "Barragana": concubina... "Zorro": hombre astuto. "Zorra": prostituta... "Callejero": paseador. "Callejera": prostituta... "Aventurero": Audaz buscador de aventuras. "Aventurera": prostituta... "Hombre público": personaje. "Mujer pública": prostituta... La lista podría seguir ad infinítum, como sermón de obispo. Sin embargo no hay discriminación de género cuando se presentan objeciones a la aspiración de la Primera Dama a suceder al Segundo Caballero en la Presidencia de la República. Existe un elemento de falta de equidad que daría a la señora Fox indebida ventaja sobre cualquier otro precandidato o candidato. Quien aspire a ser Presidente debe tener, por fuerza, una plataforma política desde la cual partir a la búsqueda de su objetivo. En el antiguo régimen priista esa plataforma la tenían únicamente los secretarios de Estado: del grupo más cercano al Presidente salía su sucesor. Ahora, tras de que Fox ha demostrado que cualquiera puede llegar a Presidente, los gobernadores tienen también plataforma política. Dígalo si no López Obrador, que en su modesto Tsuru con chofer de lujo se encamina hacia la que antes era máxima magistratura, y hoy es mínima. Todo aspirante a la Presidencia que desempeñe un puesto público está obligado por ley a renunciar a él determinado tiempo antes de que se inicie el proceso electoral. Ahora bien: ¿cuál es la plataforma política de que dispone la señora Marta para buscar ser Presidenta? La única plataforma que tiene es la que le da su calidad de esposa del Presidente actual. De no ser por esa condición sería una imperfecta desconocida. ¿Acaso se va a divorciar de Fox en el término marcado por la legislación electoral a los funcionarios en ejercicio? De sobra está decir que no. Entonces doña Marta se presenta con indebida ventaja en la liza electoral. Decirlo no es discriminar a las mujeres, ni atentar contra su derecho. Es simplemente señalar lo chueco... Viene ahora una historia detectivesca que las personas pudibundas no deberían leer... Sherlock Holmes llegó a un convento de monjes orientales. Lo acompañaba el doctor Watson, cuya constante cercanía con el genial deductivo dio tanta materia a la murmuración en la Inglaterra victoriana. Al pasar por el claustro se asomaron por las ventanas de tres habitaciones. En la primera estaban seis hombres desnudos. Permanecían de pie como estatuas, inmóviles y silenciosos. En la segunda se encontraba una bellísima mujer, también desnuda, tendida sobre el lecho en actitud de espera. En la tercera se miraba un hombre decapitado. "-Visión extraña es ésta -dijo Watson, estremecido por el calosfrío de lo inexplicable-. ¿Qué misterio ocultan estas habitaciones?". "-Elemental, mi querido Watson -replicó Sherlock Holmes tocando su violín y fumando al mismo tiempo su pipa de opio, pues así gustaban de verlo los turistas-. Los seis hombres desnudos han dejado entrar en el cuarto una mosquita. Véala usted volar. Deduzco que el hombre a quien se le pare la mosquita en la parte correspondiente, gana el derecho a refocilarse con la mujer que espera en la segunda habitación". Pregunta Watson, boquiabierto: "-¿Y el decapitado de la tercera habitación?". "-Elemental, mi querido Watson -vuelve a decir el detective-. El hombre fue ejecutado por los otros. Y es que ganaba todas las noches el derecho a estar con la mujer: a él se le paraba siempre la mosquita. Finalmente los otros descubrieron que en la parte correspondiente se estaba untando miel"... FIN.
