El doctor Piedraviva era explorador del África en los tiempos en que esta vasta porción del mundo era llamada todavía "el Continente Negro". Supongo que el nombre políticamente correcto es ahora "Continente Afroamericano". Un día el gran viajero entró en la selva acompañado por su esposa y su hija Anfisbena, muchacha de un feo muy subido que, de no ser por el bigote, habría podido ser confundida con el actor de cine Boris Karloff. Este notable artista, llamado en verdad William Henry Pratt, nació en Londres, el año de 1887. Joven aún emigró a Canadá, y luego a Estados Unidos. Debutó en 1916 como extra en el filme "La niña tonta de Portici", que llevaba en el papel central a Anna Pavlova. El éxito de Boris Karloff vino en 1932, cuando Bela Lugosi rechazó el papel del monstruo de Frankenstein y el director James Whale se lo dio a él. Su perfecta actuación lo consagró como estrella del cine de horror. También en el teatro demostró su calidad de actor. En 1941 hizo en Broadway "Arsénico y encaje", y en 1950 fue el capitán Garfio en "Peter Pan". Era un hombre generoso que aportó grandes sumas para ayudar a niños pobres. Murió en 1969. Lo recordé porque, de no ser por el bigote, Anfisbena habría podido ser confundida con Boris Karloff. Se me dirá que Karloff no tenía bigote. Pero Anfisbena sí. Pues bien: el doctor Piedraviva oyó decir que había una región del África donde la mano del hombre aún no había puesto el pie. Se propuso poner el suyo en esa terra incognita, e invitó a su mujer y su hija, pues también tenían pies para poner ahí. Además iría con ellos Bongomongo, afroafricano, contratado como porteador. (Cargador, sin eufemismos). Se internó la pequeña caravana en la espesura de la selva. Adelante iba Bongomongo. Caminaba con extremada ligereza, pues no cargaba nada. Atrás iban el doctor Piedraviva, su esposa y Anfisbena. Los tres llevaban sobre la cabeza sendos fardos de gran peso. Eso se explica porque Bongomongo tenía un gran don de mando, y la familia Piedraviva no. De repente salió de la espesura un gran gorila. El membrudo primate levantó en vilo a la asustada Anfisbena, se la echó al hombro y desapareció con ella entre los matorrales. "-¡Caramba! -le dice muy consternado el doctor Piedraviva a su mujer-. ¡Ojalá las intenciones del gorila sean honestas!". No regresó jamás la nena. Se dice que encontró la felicidad al lado del primate. La vida es muy extraña; ninguna mujer sabe dónde hallará su suerte. Años después aparecieron en la comarca varios gorilitas de espantable rostro, pues desgraciadamente todos salieron a la mamá. En fin, lo que importa es la felicidad. Don Poseidón preguntó al novio de su hija cuando el galancete fue a pedirle la mano de la chica: "-Y dígame, joven. ¿Cree usted que podrá hacer feliz a mi hija?". "-¡Uh, señor! -responde muy orgulloso el pretendiente-. ¡La hubiera visto anoche!". "-¡Qué escucho! -profirió con acento dramático don Poseidón, quien en su juventud había representado las obras de don Manuel Linares Rivas-. ¿Quiere eso decir, hija mía, que el mozalbete se propasó contigo?". "-Al contrario, papi -responde la muchacha-. Me dijo que lo íbamos a hacer tres veces, y nada más lo hicimos dos"... La que sí se propasó fue la esposa de un agente viajero. Llegó a su casa el individuo un día antes de lo que había anunciado, y al entrar en la recámara vio a un sujeto en su cama. Abrió el marido la puerta del closet y ahí estaba su esposa, completamente en peletier y muy nerviosa. Le dice el viajante de comercio a su mujer: "-A más de infiel eres indeja. El que se debe esconder en el closet es él, no tú"... FIN.