De vez en cuando la vida se detiene, te mira y te da un beso. Sientes entonces eso que un admirado colega, William Shakespeare, llamó "th’ milk of human kindness", la cálida bondad del prójimo. Eso me sucedió cuando recibí una pulcra comunicación firmada por el doctor Jesús Áncer Rodríguez, secretario general de la Universidad Autónoma de Nuevo León. En esa carta el doctor Áncer me da a conocer el acuerdo tomado por el Honorable Consejo Universitario de la UANL en el sentido de otorgarme el título de Doctor Honoris Causa "por su destacada trayectoria periodística, pedagógica y filantrópica, así como por sus sobresalientes aportaciones a la sociedad y a diversas instituciones educativas". Ese elevado honor es muy superior a mis merecimientos; así, mi gratitud se acrece más. En tres casas he vivido con plenitud la vida del universitario. La Universidad Autónoma de Coahuila fue mi raíz y origen. Después la UNAM, en sus facultades de Derecho y de Filosofía y Letras. Luego fue la Universidad Autónoma de Nuevo León. Desde hace mucho tiempo tengo vínculos con ella, desde que rompí lanzas por ese gran mexicano que fue José Alvarado, cuando en días aciagos fue objeto de villanísimos ataques salidos de la ultraderecha. (Don Pepe pondría después un bello prólogo a mi libro "La paja en el ojo ajeno"). Dí cursos en la benemérita Escuela de Verano de la UANL, y en época inolvidable para mí sustenté cátedra como maestro huésped en su Preparatoria Tres, de la cual soy igualmente profesor emérito. Tan concurridas eran esas clases -de historia mexicana, de literatura- que hubieron de ser trasladadas a la magnífica Aula Magna de la Universidad. En cuantos modos he podido he mostrado mi gratitud a la Universidad nuevoleonesa, incluso haciendo sabrosísimos ridículos ante su excelente orquesta sinfónica. Ahora la distinción que me otorga su Consejo me llega como preciado regalo de la vida, como una muestra más de la hidalguía y la generosidad de la gente de Nuevo León, que tanto bien me ha hecho, que tanto favor me ha prodigado. Gracias, pues, al doctor Luis Galán Wong, ex Rector de la Universidad; a su Rector actual, el ingeniero José Antonio González Treviño; al doctor Áncer, y a todos y cada uno de los miembros del Consejo Universitario de la UANL. Gracias a mis amigos universitarios, y al numeroso concurso que me expresó sus parabienes con motivo del alto honor que recibí. A más de dar las gracias desde el fondo más hondo de lo que soy -de lo que quiero ser-, digo también que procuraré quitar algo de lo mucho malo que tengo, y añadir algo a lo muy poco bueno, a fin de hacerme digno, siquiera sea en mínima medida, de esa elevada distinción... Ahora bajo a la tierra para contar algunos lenes chascarrillos que me vuelvan a la realidad... Babalucas le dice a un amigo: "-Compré un finísimo reloj". "-¿Qué marca" -pregunta el amigo. "-Las horas, claro -se enoja Babalucas-. ¿Qué querías que marcara?"... Llegó doña Jodoncia y sorprendió a su maduro esposo en pleno trato de fornicio con la joven criadita de la casa. Sin decir palabra la ríspida mujer tomó por el pescuezo a su espantado cónyuge y lo arrojó por la ventana. (Vivían en un octavo piso). "-¡Ánimas benditas! -exclama la muchacha, cuyos sensuales rijos no habían anulado en ella (al fin campos distintos) lo aprendido en sus días de catecismo-. ¿Por qué hizo usted eso, señora?". "-Mira -replica doña Jodoncia-. Si a sus años ese caón puede follar, seguramente también podrá volar"... FIN.