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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

El cuento que viene hoy en esta columneja no merecía ver la luz. ¿Por qué para los escritores de periódico no hay una píldora de emergencia, postcoital? ¡Cuán útil sería ese notable fármaco! Supongamos que escribes alguna necedad y la entregas a tu editor para su publicación. Horas después adviertes que aquello que escribiste es una sandez monumental. No es hora ya de pedir que la saquen de las prensas. Tu babosada saldrá al día siguiente, y dará a ver en forma paladina lo que por tantos años habías logrado mantener oculto: tu innata estupidez. ¿Te darías por eso a los mil diablos y te resignarías a lo inevitable, como la chica que folló vehementemente sin acordarse de tomar alguna precaución, ni siquiera la de llevar colgada al cuello una pata de conejo? No. Simple y sencillamente recurrirías a la píldora de emergencia periodística. La tomabas, y al día siguiente, en vez de tu nefario artículo, aparecía en el correspondiente espacio una foto de Michael Jackson viendo con lúbrica mirada desde su limusina la salida de los niños del kinder "Florecita". Pero esa píldora no existe. Si existiera yo me la habría tomado para que no saliera aquí la deplorable narración que ahora sigue, llamada "Confusión"... No había duda: los servicios de inteligencia en Francia descubrieron que la hermosa bailarina Irahatam era una espía. En un boleto de tren tenía apuntado todo lo concerniente a la Primera Guerra, cuando nadie sabía aún que era la primera, que luego habría otra -curiosamente llamada "Segunda"-, y otra quizá después, que ojalá no alcance yo a ver, porque a mí las guerras me ponen muy nervioso. A fin de sorprender a Irahatam y detenerla, los hábiles sabuesos galos idearon una ingeniosa estratagema. Fueron casa por casa en París, y a quien abría la puerta le decían con tono misterioso: "-Los cerezos han florecido en invierno". No pasó mucho tiempo sin que un inquilino les dijera al oír la misteriosa contraseña: "-Aquí no es. La espía vive en el 14". Así dieron con Irahatam. Después de un juicio sumarísimo, tan sumario que ni siquiera dio tiempo a hacer el juicio, la bella espía fue condenada a muerte. Al oír la sentencia ella se desvaneció, pero la hallaron atrás de unas cortinas. Llegó el día de la ejecución. (El día de la ejecución siempre llega; los embargos no me dejarán mentir). Se presentó Irahatam ante el pelotón de fusilamiento cubierta con un hermoso abrigo de visón que le recordaba sus días de felicidad. Cuando el capitán dijo "¡Apunten!" Irahatam abrió su abrigo y dejó ver su ebúrneo cuerpo desnudo, pues no llevaba otra ninguna prenda aparte del visón. Pese a su fuerte sentido de la disciplina los soldados franceses se conmovieron al ver la espléndida belleza de Irahatam, y no pudieron disparar. Trajeron enseguida un pelotón de soldados ingleses, y sucedió lo mismo: los británicos bajaron sus fusiles al ver la hermosura de Irahatam, y eso que cuatro de ellos eran amigos de Alfred Douglas. Vinieron luego piquetes de ejecución que integraban soldados americanos, canadienses y australianos. Ninguno de ellos fue capaz de atentar contra aquella magnífica belleza. Como último recurso fue llamado un pelotón de soldados mexicanos. "¡Preparen!" ordenó el capitán. Se oyó el ominoso ruido de los cerrojos de los rifles. "¡Apunten!". Los mexicanos levantaron sus fusiles. Ése era el momento en que Irahatam dejaba ver su cuerpo de prodigio. La espía abrió su abrigo y mostró a los soldados mexicanos la espléndida perfección de su belleza. "¡Fuego!" gritó el capitán. Se oyó una descarga y la bella Irahatam cayó sin vida. Al día siguiente los periódicos parisinos publicaron la noticia: "Hermosa espía muerta a botonazos de bragueta por pelotón de soldados mexicanos"... FIN.

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