Cuando el señor Calvínez leyó el cuento que sigue sufrió un ataque de eso que los japoneses llaman "karoshi", un mal que resulta de la acumulación de tensiones sicológicas y de la ruptura de las normas y hábitos de vida. El señor Calvínez, ya se sabe, es secretario ad perpetuam de la Liga de la Decencia. Su delicado espíritu se sobresalta al oír expresiones malsonantes o escuchar relatos inverecundos. Ahora, a consecuencia del "karoshi", el señor Calvínez no duerme, come poco, y aunque es fiel observante de los preceptos bíblicos, se ha olvidado de cumplir el relativo a creced y multiplicaos. Ni crece ni se multiplica el pobre. He aquí el relato que provocó en el señor Calvínez el ya dicho "karoshi"... Dos individuos entraron a robar elotes en un maizal. A fin de consumar el latrocinio se cubrieron con una piel de vaca y simularon ser la res. Ya habían llenado un costal con los elotes cuando de pronto dice con angustiada voz el que iba en la parte de atrás de la supuesta vaca: "-¡Caracoles! ¡Ahí viene el toro semental! ¿Qué vamos a hacer?". Responde el de adelante: "-Yo fingiré que estoy comiendo hierba, y mientras tú entretenlo". (¡Como si fuera tan fácil esa entretención! Comer hierbitas es cosa muy sencilla, pero eso de entretener a un toro brahma de 700 kilos, y además verriondo, ha de ser prueba muy difícil. Esperemos que la haya superado el protagonista de esta narración)... Se hablaba de grandes inventores, y dice una muchacha: "-Me habría gustado conocer a Ford". Pregunta Babalucas: "-¿Henry el de los coches o Roque el de los quesos?"... Pepito le contó a su tía que una muchacha vecina suya se iba a casar con Matalote Pitochón. Exclama la tía, escandalizada: "-¿Con ese hombre tan feo y tosco que lo único que tiene es un tamaño desmesurado y un aspecto como de bestia lujuriosa? ¡No me lo explico! ¿Pues dónde tiene el gusto esa muchacha?". "-Tía -responde Pepito-, supongo que donde lo tienen todas"... Don Ampulosio era grandílocuo al hablar, y culterano. Un día llega por la noche y le pregunta a la nueva criadita de la casa: "-Dime, joven fámula: tu señora ¿está ya en brazos de Morfeo?". "-No -responde la mucama-. Ella está dormida, y el señor ése ya hace buen rato que se fue"... ¿Recuerdan mis cuatro lectores el cuento del individuo aquel que fue a una orgía, y en medio de la oscuridad gritaba una y otra vez: "-¡Organización! ¡Organización!". Alguien le preguntó porque gritaba eso. Responde el lacerado: "-Porque yo no lo he hecho ni una sola vez, y ya van cuatro veces que me lo hacen a mí". Pues bien, mutatis mutandis -cambiando lo que hay que cambiar- lo que hoy por hoy más falta en el País es organización. No la hay en el Gobierno, no la hay en el Congreso y -según he sabido- tampoco la hay en la Escuela Secundaria por Cooperación "Profesor Carmelino Periné". Ni siquiera los anarquistas pueden vivir en la anarquía, y el caos casi siempre es muy caótico. Será empresa difícil que en el tiempo que le queda consiga el Presidente Fox poner orden en tanto desorden, y activar tanta inactividad. Igualmente imposible se antoja que el Congreso y los partidos -especialmente el PRI- sujeten su actividad al interés comunitario. Deberían al menos ir resolviendo sus pugnas, de modo que se rescate siquiera sea un poco de este naufragio general... El novio se llamaba Gustavo Adolfo Heine Lamartine Scott. Natural es por tanto que fuera romántico. La noche de sus bodas encendió velas en el aposento nupcial. Sale del baño su flamante mujercita, ve aquella candelería y le pregunta muy divertida: "-¡Ay, Tavo Popo! ¡Pero para qué me prendes tantas velas! ¡Ni que fuera virgen!"... FIN.