Lord Feebledick asistió a la reunión anual de su batallón, el 105 de Lanceros de Bombay. Con tal motivo se ausentó por unos días de su finca de campo en Lancashire. Tal ausencia fue aprovechada por su mujer, Lady Loosebloomers, para refocilarse con Wellh Ung, el joven y membrudo encargado de la cría de faisanes. Al principiar el trance de libídine el tal Wellh se mostraba comedido. "-Meneaos un poquitín, milady -pedía respetuoso- si tal es vuestro placer". Pero conforme el deliquio subió de intensidad las demandas del rústico mancebo se hicieron más premiosas, hasta que de pronto, ya sin control de sí, el mocetón prorrumpió en una frase muy vulgar. Dijo entre acezos de jayán: "-¡Muévete, mamacita!". Inmediatamente la dama apartó de sí al rústico. (De lady Loosebloomers podrán decirse muchas cosas, pero nunca que olvida su esclarecido origen. Noblesse oblige, suele decir citando al duque De Levis, primero que usó esa frase, en sus Maximes et Preceptes). Se dirigió fríamente al guardabosque, como si de súbito se hubiese congelado el fuego que segundos antes la consumía. "-No me tutee ni establezca conmigo relación de parentesco -díjole-. Por fortuna hay aún clases sociales"... Tenía razón la linajuda dama: la lucha de clases no se da en aquellos "campos de pluma" -vulgo colchón- donde se libran las batallas de amor que dijo Góngora. Ahora bien: ¿existe todavía esa lucha? La de clases, quiero decir. ¿Ha sido sustituida La Internacional por la globalización? ¿Cuál es la capital de Dakota del Sur? ¡Ah, tantas preguntas y tan pocas respuestas! ¿Por qué los campesinos irrumpieron en el rancho de la familia Fox? ¿Iban motu proprio o los movió alguna bandería política? Sea cual fuere el caso su demanda se debe oír, pues se quejan de que nadie les hace caso, aunque desde hace tiempo plantearon su solicitud. Es cierto: merece reprobación el proceder de quienes ejercitaron esa forma de presión: el domicilio privado de las personas ha de respetarse, sobre todo si están al corriente en el pago de la renta. Debieron plantear su protesta en una dependencia pública. Pero la garantía de audiencia tiene rango constitucional, y los demandantes debieron ser oídos desde el principio. No caiga Fox en la odiosa actitud de Salinas: "Ni los veo ni los oigo"... Don Crésido, maduro y rico caballero, llegó al banco del brazo de una suculenta fémina que destilaba sensualidad por todos los poros (y tenía bastantes). Le dice el vejancón al cajero de la ventanilla: "-De mi cuenta particular me da diez mil pesos en billetes de 500. Envueltos para regalo, por favor"... Kid Lona lloraba lleno de aflicción el enésimo nocaut que había sufrido. Su manager trataba de consolarlo. "-Vamos, vamos -le dice-. No es para tanto. Después de todo quedaste en segundo lugar en la pelea"... Don Pacífico, labriego acomodado, le reclamó a su compadre Utimio, pobretón: "-¿Qué pasó, compadre? ¿No me dijo que me iba a mandar una gallina para comérmela en mole el día de mi cumpleaños?". "-Pos sí, compadre -reconoce con pena don Utimio-. Pero a la hora de la hora la gallina se alivió"... Decía una muchacha: "-Ya viene el 14 de febrero. Afortunadamente no tengo que preocuparme de qué le regalaré a mi novio. Cuando se trata de regalarle siempre me pide lo mismo"... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, le preguntó a su sobrina: "-¿Quién es el papá de tu novio, y a qué se dedica?". Contesta la muchacha: "-Se llama Memo Primoroso. Toca en la sinfónica violín y viola". "-¡¿Viola?! -exclama con gran interés la señorita Sinpitier-. ¡Ay, preséntamelo!"... FIN.