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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Todos los días leo lo que Sergio Sarmiento escribe. Si fuera yo de menos años lo envidiaría. Pero la edad, que tantos males causa, también nos hace bien, y me ha enseñado a admirar en otros, y no a envidiar, lo que me falta a mí. Cada vez que leo a Sarmiento tengo que resistir la tentación de copiarlo para dar fuerza y autoridad a mis pergeños. Ayer, cuando leí su artículo, miré una frase mía en el epígrafe que inscribe siempre al principio de sus textos. Sentí como cuando te ponen una condecoración. Hace unos meses Sergio me invitó a estar en su programa de televisión. Tarde o temprano iré, según acordamos en el último encuentro que tuvimos, en la fiesta de aniversario de "Reforma". Por hoy quiero agradecerle la alegría que me dio al ver algo escrito por mí junto a lo que él escribe... Yo pertenezco a la clase media ("¡Y se te nota!", profiere un incivil sujeto metiendo la nariz en la columna. No hace caso el autor del exabrupto. Impertérrito, como Marat al recibir las puñaladas, prosigue su trabajo). Si no fuera por nosotros, los de la clase media, la Ley no tendría causa de existencia. Sería una entelequia, es decir una cosa irreal, pura abstracción sin cumplimiento. Diré por qué. A los ricos la ley no se les puede aplicar. Y hay quienes sostienen la humanitaria teoría de que a los pobres la ley no se les debe aplicar. Entonces quedamos sólo nosotros, los de la clase media, para que tenga aplicación la ley y no vaya a parar, igual que cosa inútil, al chiribitil de los trebejos. Los grandes defraudadores andan sueltos; los caballeros de industria van libres y señeros. Para ellos la ley es letra muerta. Los pobres, por su parte, pueden entrar en casa ajena, amenazar y cometer violencias: su pobreza -pobrecitos- es garantía de impunidad. Porque son pobres pueden ejercer la ilegalidad como instrumento de justicia. Los clasemedieros, pues, nos ponemos a sus apreciables órdenes para que no esté sin uso el imponente aparato de la ley... "-Mami: ¿qué es sexo?". La señora se aturrulló ante la súbita pregunta de su niña, y no supo qué contestar. Tragó saliva. Fue con su esposo y le dijo: "-La niña quiere preguntarte algo". "-Papi -volvió a inquirir la chiquilla-. ¿Qué es sexo?". Cambió el marido una mirada con su mujer. Quizás había llegado ya la hora de que la niña supiera ciertas cosas."-Ven, pequeña" -dijo el señor. Y así diciendo se sentó a la niña en sus rodillas y procedió a darle una prolija y detallada explicación acerca de los misterios de la reproducción humana, empezando con aquello de las abejitas, los pajaritos y las florecitas, y concluyendo con una detallada descripción de la anatomía del hombre y la mujer, con todas las cuestiones relativas a los órganos que participan en la función reproductiva. "-¿Entendiste, hijita?" -pregunta al final el genitor. "-Sí, papi -responde la chiquilla-. Pero ¿cómo va a caber todo eso en mi credencial de la escuela, en el renglón que dice ‘sexo’?"... La muchacha tenía magnificente busto. El novio aspiraba a disfrutarlo. Le dice a la chica: "-Anda, Chicholina: lo único que necesitamos es imaginar que tú eres una vaca maternal y yo un becerrito con mucha hambre"... La comunidad de luchadores por los derechos humanos organizó una recepción en honor de Erga Stula, famoso intelectual que había sufrido prisión en su país a causa de sus ideas políticas. En la fiesta le dice una curvilínea chica: "-Yo también fui prisionera política". "-¿De veras? -se interesa Stula. "-Sí -confirma ella-. Un diputado federal me llevó a Cuernavaca, y no me dejó salir del cuarto en todo el fin de semana"... FIN.

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