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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Mañana aparecerá aquí un relato catingoso, lleno de sicalipsis y salacidad. "Catingoso" significa que despide un feo tufo, en este caso a indecencia. Por ese motivo las personas delicadas en cosas de moral no deberán leerlo. (Como le dijo una gallina a otra al pasar frente a una rosticería: "-Alguien debería frenar esta ola de pornografía"). La narración que digo lleva un título que por sí solo exige prudencia en los lectores. Se llama "El dedo de la felicidad"... Don Algón, intemperante ejecutivo, hizo un favor a una de sus secretarias. Lo hizo por interés, naturalmente. Ya se sabe que el interés tiene pies. Lo que no se dice es que en algunos casos también tiene otras partes corporales que no son para nombrarse aquí. La guapa muchacha acudió a la oficina del lúbrico señor. "-Don Algón -le dice-, no tengo palabras para agradecerle...". "-¿Me permite sugerirle algunas, señorita Rosibel?" -la interrumpe el melifluo galanteador. "-Usted dirá..." -vacila ella. Y sugiere don Algón: "-‘Sexo’... ‘Cama’... ‘Motel’... ‘Fin de semana’..."... Dos parejas de casados fueron a cenar a un restorán. Las iniciales libaciones hicieron que uno de ellos se pusiera sentimental. (Es asombroso el efecto del alcohol en la cuestión romántica. Tres copas bastan para convertir una bruja en una hechicera). Declara el inspirado bebedor: "-Mi esposa es muy comprensiva, ¿verdad, gordita?". (En el restorán los maridos llaman siempre "gordita" a sus esposas para que no pidan mucho a la hora de ordenar). "-Sí" -responde sin mucha convicción la interrogada. Dice el otro marido: "-La mía también me comprende, ¿verdad, mi amor?". "-Sí" -contesta la otra esposa. Manifiesta enseguida el primer marido: "-Y mi mujercita me cuida mucho, ¿verdad, gordita’". "-Sí" -replica la señora con gesto de infinito aburrimiento. "-La mía también -vuelve a decir el otro-. ¿Verdad que sí, mi vida?". "-Sí" -responde la otra sin hacer uso de su habitual elocuencia. Vuelve a la carga el primer marido: "-Y mi mujercita siempre me ha sido fiel, ¿verdad, gordita?". "-Sí" -dice ella con encomiable laconismo. La otra señora se inclina sobre su esposo y le dice al oído: "-Esta pregunta no me la hagas, Hornig, porque aquí sí vamos a fallar"... El problema no es que los bancos estén en manos de extranjeros; el problema es que no existe una adecuada regulación bancaria que proteja al País frente a los riesgos que eventualmente pueden derivar del control del dinero por parte de instituciones trasnacionales. En efecto, la banca mexicana quedó desquiciada tras el desbarajuste que vino con una estatización -la que ordenó López Portillo-, una sucesiva reprivatización y la maraña inmoralísima del Fobaproa. De esos berenjenales resultó una falta de reglamentación y de controles, laguna en que podría naufragar la posibilidad de evitar que del hecho de que el dinero esté en manos de extranjeros puedan sobrevenir males para México. En esas condiciones de falta de regulación quien tiene el dinero puede manejarlo casi a su entero arbitrio, sin las obligaciones que alguna vez debió cumplir la banca mexicana. Por otra parte el dinero manejado por extranjeros tenderá a beneficiar a inversionistas extranjeros. El dinero no tiene nacionalidad, es cierto, pero sus tenedores sí. Consecuencia de la globalización es este nuevo fruto de extranjería en la banca mexicana. No tardaremos mucho en conocer el sabor y efectos de ese fruto. Por ahora mi sensación se expresa en una onomatopeya temerosa: gulp... El señor y su esposa llegaron a la agencia de viajes. Le pide el señor a la encargada: "-Continentes separados, por favor"... FIN.

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