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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

"El dedo de la felicidad". ¿Habrá en toda la literatura universal un relato con nombre tan sugestivo y sicalíptico? (El adjetivo "sicalíptico" viene de "sicalipsis", que significa malicia sexual o picardía erótica; del griego "síkon", higo, y "áleipsis", frotar). "El dedo de la felicidad" es, en efecto, el título de una historieta maliciosa y pícara. Está registrada en el Index de la Pía Sociedad de Sociedades Pías bajo el rubro marcado con la palabra "Desaconsejables". No se halla en mala compañía: algunos cuentos de Bocaccio, otros de Chaucer, dos o tres narraciones de Maupassant y las Confesiones de San Agustín aparecen también en la citada lista. Lean mis cuatro lectores aquella indecente narración al final de esta columnejilla... No sé si en la Amazonia haya castigos para los cazadores de cabezas. Aquí en México deberíamos perseguir a los "headhunters" que le escogieron el equipo a Fox. Condición mínima para los buscadores de cerebros es tenerlo, y el porcentaje de aciertos de esos supuestos contratadores es semejante a las calificaciones de Pepito. El chiquillo les anunció jubilosamente a sus papás: "¡-Saqué 10 en todas mis materias!". "-¿De veras, hijo?" -exclaman ellos sin poder dar crédito a lo que sus oídos escuchaban. "-Sí -confirma Pepito-. Tres en Español, dos en Inglés, uno en Matemáticas, dos en Biología y dos en Ciencias Sociales. Total, 10". Tan poco tino tuvieron los buscadores de talentos para escogerle a Fox sus colaboradores que parece no haber Gabinete. Tal se diría que los secretarios se han agazapado; no figuran, no hacen declaraciones, dan la impresión de querer pasar inadvertidos. Por ningún lado se ven los frutos de su actividad. Cada día se vuelve más difícil recordar el nombre de algunos de ellos. Así se hace muy ardua la tarea de gobernar. ¿Cómo es posible que la señora Marta tenga que hacerlo todo ella solita?... Regresó lord Feebledick a su casa en el campo después de asistir en Londres a la reunión anual con sus antiguos compañeros de Eton. Cuando llegó estaba lloviendo a cántaros. Encaminó sus pasos a la alcoba, y lo que ahí vio lo dejó atónito. Su esposa, lady Loosebloo-mers, se hallaba en ajustado trance de fornicación con Weenie Wagger, el excéntrico jardinero de la finca. "-Salga inmediatamente de esta habitación -le ordenó milord a Wagger-. Sepa usted que si no fuera tan difícil encontrar servicio, ahora mismo lo despediría. Regrese a su jardín". Interviene en ese punto lady Loosebloomers: "-Ay, Feebledick, ten un poco de educación. Está lloviendo mucho; al menos préstale un paraguas"... La adivina observa con atención profunda su bola de cristal y luego dice a la joven mujer que había ido a consultarla: "-Te casarás con un hombre guapo, rico e inteligente". "-¿Ah sí? -pregunta con voz hosca la muchacha-. ¿Y qué haré con el hombre feo, pobretón e indejo con el que estoy casada?"... Viene ahora el cuento anunciado arriba: "El dedo de la felicidad". Personas de moral estricta, absténganse... Se iban a casar Sadie Goldstein y David Finkelstein. La víspera del matrimonio la mamá de Sadie, Becky, pidió hablar a solas con su futuro yerno. "-Mira -le dice-. Conozco bien a mi hija. La verdad, el sexo no le interesa mucho. En eso salió a mí. Pero quiero que sepas que con este dedo podrás darle mucha felicidad". Y así diciendo le mostró al asombrado muchacho el dedo cordial, o sea el de en medio, de la mano derecha. No pudo acertar el boquiabierto novio a decir palabra. La señora interpretó su silencio como una forma de interrogación. "-Sí -repitió-. Con este dedo podrás darle mucha felicidad a mi hija. Es el que usas para marcar en la caja registradora de la tienda, ¿no?"... FIN.

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