Herr Waldhorn, el marido más tonto de Baviera, le dice muy preocupado a su mujer: "-Estoy consternado, Brunilda: creo que nuestro bebé fuma". "-¿Qué fuma nuestro bebé? -se extraña la mujer-. ¡Cómo va a fumar, si tiene tres meses de edad! ¿Por qué piensas semejante insensatez?". Explica Herr Waldhorn: "-Yo no fumo, tú tampoco fumas, y sin embargo el busto te huele a tabaco"... ¿Cuál es el ave más romántica? ¿El ruiseñor de Horacio? ¿La alondra de Shakespeare? ¿El cuervo de Poe? ¿La golondrina de Bécquer? ¿El cisne de Darío? ¿El águila de Díaz Mirón? ¿El cóndor de Chocano? ¿El búho de González Martínez? ¿La saltapared de López Velarde? ¿El vencejo de Machado? ¿La grulla de Frost? ¿El pavo real de D’Ors? Ninguna de esas aves es la más romántica. La más romántica es la gallina: no pone un huevo si no le llevan gallo... (Recordemos lo que dijo de las gallinas otro poeta, nada menos que Góngora: "... Aves / cuyo lascivo esposo vigilante / doméstico es del sol, nuncio canoro / que, de coral barbado, no de oro / ciñe, sino de púrpura turbante...". Si estos versos no prueban que la poesía, como todas las artes, es más forma que fondo, entonces nada podrá demostrar esa verdad)... La esposa del gran jefe indio le dice con desdén: "-Quién sabe por qué tus papás te pusieron ‘Buey Sentado’. Lo eres en todas las posiciones"... Avidio era un mozalbete codicioso, torpe, corto de entendederas, vanidoso, con ansias incontenibles de dinero. Habría podido ser dirigente del Partido Verde Ecologista. Conoció a Uglilia, muchacha fea, pero rica, y empezó a cortejarla a fin de dar el braguetazo. Así se llama la acción de quien por interés -y más por capital- se casa con hembra de fortuna. Pocas semanas antes de la boda Uglilia, llorando, le dio a Avidio una noticia pésima: su padre se había arruinado por causa de malos negocios que emprendió. Ni siquiera el Fobaproa, tan generoso con los adinerados, podría devolverle su perdida riqueza. "-Nunca le gusté a tu padre -dice Avidio-, pero jamás pensé que sería capaz de arruinarse con tal de evitar nuestro matrimonio. ¡Se ha salido con la suya!"... Obvio es decir que sigue habiendo corrupción en México. No hablemos de la corrupción de quienes hacen de la política una forma de medro personal, como esos negociantes que aprovechan una muy laxa legislación electoral para fundar partiditos de los cuales viven igual que podrían vivir de un burdel o un table dance. Hablemos de la corrupción que existe en las más bajas capas de la burocracia. Ese mal, desde luego, es herencia de siete décadas de descomposición priista, pero es también fruto de la falta de educación ética en la escuela y el hogar, y efecto de profusas y complicadas reglamentaciones que obligan al ciudadano común a untar la mano de quienes pueden ayudarlo a salir de las marañas tejidas por las leyes y por la burocracia. Por no simplificar la administración caemos al burdo simplismo de la corrupción. La reforma del Estado deberá incluir una "desburocratización" de México... Los lectores con escrúpulos no deberían leer este cuento final... El abogado visitó en la cárcel a su cliente, un sujeto baladrón, de ésos de pelo en pecho. "-¿Cómo le va, don Hamponio?" -le pregunta. "-No muy bien -se queja el hombre-. El preso que controla la crujía me dijo que le tejiera un suéter, pues en caso contrario abusaría sexualmente de mí". "-¡Qué barbaridad! -se alarma el letrado-. ¿Y usted qué hizo?". "-Hasta la pregunta ofende, licenciado -replica don Hamponio con tono de ofendida dignidad-. ¿Cuándo se ha visto que un macho como yo ande tejiendo estambre?"... FIN.