Capronio y su esposa Timoranta hacían un viaje largo en tren. Cuando llegó la noche ella ocupó su litera, la de abajo, y Capronio subió a la alta. A poco se oye en la oscuridad del vagón la voz de Timoranta: "-Capronio, creo que un hombre se metió a mi litera". "-Duérmete -contesta él-. Es tu imaginación". Al día siguiente Timoranta apareció desgreñada, desguabilada, desguarnida, desguanzada, desfallecida, desgualdrajada y deshabida. "-¿Qué te sucedió? -le pregunta Capronio-. ¿Por qué te ves así?". Responde con voz lasa Timoranta: "-Toda la noche tuve encima a mi imaginación"... Don Algón, salaz ejecutivo, le dice a la muchacha rica en curvidades que le había pedido el empleo de secretaria: "-Queda usted contratada, señorita Rosibel. Por cubrir el expediente hágame el favor de traer una solicitud acompañada con una fotografía reciente de su señora madre". "-¿De mi mamá?" -pregunta con asombro Rosibel. "-Sí -confirma don Algón-. Mi esposa insiste siempre en ver las fotografías de mis secretarias"... Los dos jóvenes maridos estaban en la sala de espera de la maternidad aguardando a que sus respectivas esposas alumbraran. En eso se abre la puerta de la sala de partos y aparece una enfermera con una gran sonrisa. Llevaba en los brazos a tres bebés recién nacidos. Uno de los muchachos ve aquello muy asustado y dice inmediatamente señalando al otro: "-¡Él llegó primero, señorita! ¡Él llegó primero!"... Un anónimo poeta castellano es autor de ciertos versitos de los llamados "de cabo roto", cuyo sentido se completa con números cuyo nombre se debe pronunciar para expresar la idea que quiere manifestar el versificador. Con pequeños cambios he aquí esos versos, muy aplicables a la situación actual de la República: "No hay político sin-0. / ¿Cómo abundan los pillas-3! / De ahí viene el agua-0 / que causa tantos desas-3. / Políticos: no abu-6, / porque el pueblo no está ch-8, / y el día que nos can-6 / os tragamos cual bizc-8. / Ya estaos quietos, bandi-2, / mi aviso no es import-1, / pues si cerráis los oí-2 / no váis a quedar ning-1". Esa curiosa admonición puede dirigirse a los políticos -más bien politicastros-, que están haciendo de este país un estercolero, vergüenza a los ojos del mundo y a los propios. De Rodrígo Díaz de Vivar, el Cid, se dijo alguna vez: "¡Qué buen vasallo si hubiese buen señor!". Bien podemos decir de México nosotros: "¡Qué buen país sería si no tuviera los políticos que tiene ahora!"... Dos castores contemplaban la enorme presa Hoover, cuya construcción se había terminado poco antes. Le dice uno de los animalitos al otro: "-No está mal, sobre todo si tomamos en cuenta que no tienen dientes grandes, patas palmeadas y colas aplanadas, como nosotros"... La muchacha que estaba comprando un pantalón termina de probárselo. Sale del probador y dice a la encargada de la tienda: "-Batallé mucho para ponérmelo. Casi no me deja respirar; a duras penas puedo dar un paso. Me queda apretadísimo; se me dibuja todo. Me lo llevo"... El sujeto que pedía un crédito en el banco termina de llenar la forma correspondiente. Le pide el gerente: "-Ponga ahora aquí su nombre y su firma". Pregunta el individuo: "-¿Cómo le dije que me llamaba?"... Viene enseguida un cuentecillo picaresco. Las personas que no gusten de leer badomías harán bien en saltarse en la lectura hasta donde dice "FIN"... Les contaba una señora a sus amigas: "-Al asunto de mi marido yo le llamo ‘el Nilo’". "-¿Por qué? -se interesan ellas-. ¿Por grande y caudaloso?". "-No -aclara la señora-. Porque Nilo ves Nilo sientes"... FIN.
