Señoras y señores: he descubierto el hilo negro. He inventado el agua tibia. Acabo de atisbar antes que nadie el mar Mediterráneo y he conocido por primera vez la o por lo redondo. Quiero decir que después de fatigosas especulaciones he llegado a la conclusión de que en México ningún partido es ya el partido de la gente decente. Las doloridas coplas de Manrique por la muerte de su señor papá son aplicables al sentimiento que provoca la desaparición de la decencia en nuestra vida pública. Ya conocíamos los trapicheos priistas, aquéllos que rendían hornadas sexenales de multimillonarios. Pero ¿qué se hicieron los panistas de los pasados tiempos, apóstoles de la derrota, sí, pero de intachable conducta y probada ética? ¿Qué fue de aquellos izquierdistas que supieron de cárceles y persecuciones y aun así mantuvieron su moral de comunistas puritanos? Ahora sabemos que las derechas y las izquierdas tienen también codicias de dinero, y lo buscan por modos ilegales o al menos de dudosa moralidad, o poco claros. Los manipuleos político-abogadiles del -¿todavía?- jefe Diego, que tanto lo han enriquecido, las entretelas de "Vamos México" -sin coma- de la señora Marta Sahagún -sin punto-, han mostrado igual falta de consideración por la ética política que la torpe inmoralidad del Niño Verde o las inmundas trapacerías del perredista Bejarano. Ahora los asesores de López Obrador intentan, sin resultados, presentarlo como víctima de malos colaboradores. Muy bien los conocía él, y aun los escogió y los puso en el sitio donde tramaron sus desmanes. Debe igualmente responder por ellos. En fin, que no hay ni pa’ dónde voltiar, como dice la gente. Y sin embargo, Colón de cosas obvias, yo no renuncio al optimismo. Dicho de otra manera, soy tonto empecinado. Espero que todo este desprestigio sirva para que surjan otras figuras diferentes y mejores que las que ahora estamos viendo, no sea que el próximo Presidente de la República vaya a salir de este fangal... Los recién casados estaban en la suite nupcial del hotel entregados a los deliquios y arrebatos propios de la consumación de su himeneo. En ese preciso instante se oyen toquidos en la puerta. "-¿Quién será?" -pregunta el novio a su acezante mujercita. "-No hagas caso -dice ella entre jadeos, pues conocía por primera vez los deleitosos goces del amor-. Tú síguele". Y en efecto, siguieron los dos haciendo lo que hacían a uno. Sonaron otra vez los golpes en la puerta, ahora más apremiantes. Sin perder el compás -tenía gran sentido del ritmo- pregunta el novio desde el lecho: "-¿Quién es?". Se oye una voz afuera: "-Abran, por favor. Soy el encargado de mantenimiento del hotel. A petición de todos los huéspedes vengo a aceitar los resortes de la cama"... Ya se sabe que los hombres de Escocia tienen fama de ser conservadores en cosas de dinero. Silas McNiggard, escocés, llevó por primera vez a su mujer a cenar en un restorán de medio pelo. Cumplían 50 años de casados, de ahí la inusitada invitación. Estaban a punto de concluir la cena cuando una enorme lámpara se desprendió del techo y cayó sobre la señora, privándola instantánea-mente de la vida. Le dice McNiggard al mesero: "-Cuentas separadas, por favor"... Llegó un hombre a su casa y encontró a su mujer en la recámara, sin ropa alguna encima y en estado de gran agitación. Recelando algo el marido abrió la puerta del clóset. Ahí, también en peletier, estaba un compadre suyo. "-¡Compadre! -exclama el cornígero muy desolado-. ¿Usted?". Responde el otro con cachaza: "-¿Y a quién esperaba usted hallar, compadre? ¿A Robert Redford?"... FIN.