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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Llega un jovenzuelo a las puertas del cuartel militar, y con voz de tiple le pregunta al oficial de guardia: "-Perdone, señor soldado: ¿es cierto que el Ejército forja hombres?". "-En efecto, joven -responde el oficial-. Así lo proclama nuestro lema: ‘El Ejército, forjador de hombres’". Pide el visitante: "-Cuando acaben de forjar uno ¿me lo podrían dar?"... Iba un sujeto en su automóvil cuando desde otro coche un tipo le hizo señas de que se orillara. El sujeto se orilló a la orilla, pues era dado a precisiones y quería evitar cualquier posible confusión. Baja el tipo y le dice sin más: "-Usted está saliendo con Facilisa Sabanera ¿no?". "-Así es" -contesta el otro recelando algo. "-Se está usted refocilando con ella, ¿verdad?". "-Es cierto" -responde el tipo, que tenía por norma responder siempre con la mayor sinceridad las preguntas que le hacían. Inquiere el individuo, exasperado: "-¿Y sabe usted que esa señora es casada?". "-Sí, pero no soy celoso" -replica el otro recurriendo a un lugar común. "-Pues sépase usted, señor mío -dice el primero-, que yo soy el marido ofendido". Al oír aquello el otro desciende de su vehículo dispuesto a la camorra. Era un hombrón formidable: medía 2 metros 10, pesaba como 180 kilos y tenía puños -dos, para mayor precisión- semejantes a yunques de herrería. Le pregunta al otro remangándose la camisa, listo ya para la pelea: "-¿De modo que es usted el marido ofendido?". El esposo lo ve de arriba abajo, calcula sus posibilidades y luego dice con voz ya más serena: "-Sí. Pero no tan ofendido"... Hay diversas especies de autobiografías. Unas contienen llanamente el relato más o menos veraz de la vida del narrador. Suelen llamarse así: "Mi vida". En otras el autor evoca determinados pasajes de su paso por el mundo. Llevan como título "Recuerdos" o, más frecuentemente aún, "Memorias". Pero hay biografías en que aquél que escribe la suya declara, ya por ingenuidad, ya por sincero anhelo de proclamar a los cuatro vientos la verdad, hechos que de otra forma ocultaría. Esos libros se llaman "Confesiones". A esta categoría pertenecen los libros que sobre sus respectivas vidas escribieron personajes como Amiel, Rouseeau o San Agustín. En la misma especie de autobiografías, la de las confesiones, debe inscribirse la de Miguel de la Madrid, al menos en la parte correspondiente al relato de la jornada electoral de la cual se derivó la llegada de Carlos Salinas de Gortari a la Presidencia de la República. De esa narración se desprende la organización de uno de aquellos "fraudes patrióticos": los priistas confundían al PRI con México; pensaban que todo lo bueno para el PRI era bueno para la Nación. La verdad es que con pretexto de ver por el interés de México veían por la conservación del monopolio que ejercían, del cual derivaban poder y medro personal. Queríamos vivir en una sociedad tranquila: en verdad vivíamos en una tranquila suciedad. ¡Y todavía hay quienes dicen que estábamos mejor cuando estábamos peor! Con todos los desatinos y excesos que ahora vemos nada se puede comparar a aquel régimen autoritario cuya dureza sólo se atenuaba por obra de la corrupción... Viene ahora un cuento picaresco que las personas de moral estricta no deberían leer... Un muchacho fue a una farmacia y pidió un condón. "-¿De cuáles quiere?" -pregunta el dependiente. Va a contestar el muchacho cuando escucha una vocecita tenue que provenía de su entrepierna: "-Pide el mejor que tengas. Es la primera vez que sales con esa chica, y quiero causarle una buena impresión"... (No le entendí)... FIN.

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