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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Don Poseidón, ranchero acomodado, era dueño de un poderoso toro semental. Se llamaba "Saltille-ro". Buenos ingresos le dejaban al rico propietario los eficientes servicios del reproductor, pues lo alquilaba a los ganaderos comarcanos. (Para sus vacas, claro). Cierto día don Poseidón y su familia fueron a un jaripeo en una hacienda cercana. Quedó sola en el rancho Virgiliana, la hija menor del matrimonio, porque no había acabado la tarea de la escuela. Haciéndola estaba cuando llegó don Epaminondas, granjero vecino, y preguntó por don Poseidón. "-No está -le dice Virgiliana-. Pero si viene usted por el toro, el alquiler cuesta 2 mil pesos". "-¡Qué toro ni qué ojo de hacha! -rebufa con enojo don Epaminondas-. ¡Vengo a hablar con tu padre porque Pitotón, tu hermano, preñó a mi hija!". "-Ah caray -se rasca la cabeza Virgiliana, muy desconcertada-. Por Pitotón no sé cuánto cobre mi papá"... Un transeúnte le pide a Babalucas: "-¿Sería tan amable de darme su hora?". "-Llega usted tarde -le contesta el tonto roque-. Acabo de dársela a aquel joven"... Se encontraron dos amigos que hacía mucho tiempo no se veían. Uno de ellos se miraba próspero, boyante, en la cumbre de la buena fortuna. Le preguntó el otro el origen de su riqueza. "-Gané en las carreras -explica el fortunado-. La noche anterior al Derby Americano tuve un sueño. En esa milagrosa visión un ángel se me aparecía y me murmuraba al oído: ‘Eres un hombre bueno, Leovigildo. Mereces ser feliz siete veces siete. Multiplica los números que te he dado y verás concedidos tus deseos’. En eso me desperté. Estaban fijos en mi mente los números que dijo el ángel. Por la tarde fui al hipódromo. Corría un caballo por el que nadie daba nada. Llevaba el número 48. Yo multipliqué 7 por 7. Son 48. De modo que le aposté a ese caballo todo el dinero que tenía. Pagó 100 a uno. Así me hice rico en una sola tarde". "-Oye -le indica el otro-. Pero 7 por 7 no son 48. Son 49". Se queda pensando Leovigildo y luego dice: "-Ya sabía yo que las matemáticas no sirven para nada"... Un cierto predicador gustaba de llevar a sus seguidoras al único hotel que había en el pueblo. Un día llegó, dejó a la muchacha en el coche y fue a pedir un cuarto. En eso entró al lobby la esposa del predicador, que iba al desayuno semanal con sus amigas. El dueño la vio y se quedó petrificado. El predicador, que no había visto a su mujer, le pide con impaciencia al hombre: "-¿Y el cuarto?". Responde éste cuando la esposa llegaba ya: "-Honrar al padre y a la madre, hermano"... Peritoso era un hombre muy tímido. Sufría para acercarse a las muchachas, y no sabía cómo entablar conversación con ellas. "-Es muy fácil -le dice un amigo con vasta experiencia en el trato mujeril-. Hay tres temas que nunca fallan: la familia, la comida y la política. Cuando abordes a una chica hazle una pregunta relacionada con cualquiera de esos tres asuntos. Verás que de inmediato haces conversación". Esa misma noche Peritoso fue a un bar de solteros. En la barra estaba sentada una lindísima muchacha. Peritoso deja su mesa y va hacia ella. "-Le pregunta: "-¿Tienes un hermano?". La chica, extrañada, le responde: "-No". Sin decir más vuelve a su mesa Peritoso, muy frustrado. Pero se repone poco después, y vuelve a la carga. Se dirige de nuevo a la muchacha y le pregunta: "-¿Te gusta el brócoli?". "-No" -contesta ella amoscada, viendo ya al tipo con ojos de sospecha. Se devuelve a su mesa Peritoso, y se sienta, mohíno. Quedaba aún el tercer recurso: la política. Este tema no fallaría, de seguro. Va otra vez Peritoso con la chica y le pregunta: "-Oye: ¿tú crees que López Obrador tenga un hermano al que le guste el brócoli?"... FIN.

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