El galán fue a la casa de su novia a fin de pedirla en matrimonio. El padre de la muchacha comienza a interrogar al chico: de qué familia era, qué estudios había realizado, en qué trabajaba, cuáles eran sus ingresos... A todas las preguntas dio cumplida respuesta el pretendiente. “-Espero –le dice por último el señor al novio-, que no sea usted de esos hombres que les levantan la mano a las mujeres”. “-De ninguna manera, don Geronte -responde el galancete-. Lo haría únicamente en caso de legítima defensa”... La madura señorita soltera comenzó a quejarse con sus hermanos de sufrir diversas indisposiciones y malestares de toda laya y jaez. Después de una junta familiar su hermano mayor le comunica: “-Hemos acordado, Celiberia, conseguirte un médico de cabecera”. “-¡Ah no! -protesta ella-. ¡En todo caso consíganmelo de toda la cama!”... El marido era un fanático del golf. Su esposa no había practicado nunca el juego. Un domingo el señor la llevó al campo. Quería que supiera por qué se dedicaba con tanta asiduidad al golf: era tan difícil el juego que se necesitaba mucho tiempo para jugarlo bien. Claro –pensó-, ella no entendería nada. “-Lo único que tienes que hacer -le dijo con cierto tonillo desdeñoso-, es golpear la pelotita con este palo en aquella dirección”. Después de impartirle esas escuetas instrucciones el marido se dio la vuelta a fin de disponer las cosas para su propio juego. En eso le dice la señora: “-Oye, Hoganio, tendrás que darme otra pelota. La mía cayó en un hoyito que está allá”... Una mosca y una mosquita se posan en la redonda y reluciente calva de un señor. “-No me lo vas a creer, hijita -dice con gran tristeza la mosca a la mosquita-, pero hubo un tiempo en que todo esto que ves era un espeso bosque”... El tímido muchacho le pregunta a la avispada chica: “-Dime de veras, Rosibel: ¿no te aburre mi conversación?”. “-¡Naturalmente que no, Oralio! -lo tranquiliza la muchacha-. ¡Ni siquiera te estaba oyendo!”... “-Mi señora y yo fuimos a la peregrinación de San Juan de los Lagos -cuenta un sujeto a otro-, y en medio de aquella enorme multitud sucedió un milagro muy grande”. “-¿De veras? -pregunta el otro muy interesado-. ¿Qué sucedió?”. Responde el tipo: “-Se perdió mi mujer”... Un individuo majadero hacía objeto de malos tratos a la meserita del restaurante. Se quejaba el tipo de la lentitud de la cocina, cosa de la cual la muchacha no tenía ninguna culpa, y la reprendía con acres dicterios y palabras duras. Por fin le dice: “-Para que sepa usted con quién está tratando, jovencita, ha de saber que soy uno de los miembros más conocidos de la Sociedad Protectora de Animales”. Pregunta la chica: “-¿Protector o protegido?”... Le dice un joven gay a otro: “-Voy a ir a Atlanta, Wilderino. ¿Qué se te ofrece?”. “-Tráeme un short negro” -responde él-. A su regreso el viajero busca a su amigo y le entrega una bolsita con la prenda. “-¿Qué es esto?” -pregunta desconcertado Wilderino. “-¿Ya no te acuerdas? -dice el otro-. Es el short negro que me encargaste”. “-¡Idiota! -prorrumpe muy enojado Wilderino-. ¡Lo que yo quería era un short stop!”... FIN.