Un joven y apuesto atleta le dice orgullosamente a Pirulina: "Mido seis pies ocho pulgadas". Replica ella con salaz sonrisa: "Olvidémonos de los seis pies y hablemos de las ocho pulgadas". (No le entendí)... "Consecuencias del vicio de fumar". Así se llama el vitando charrasquillo -así decía alguien por decir "chascarrillo"- que viene al final de esta columna. El título del cuento se parece al del precioso monólogo de Chejov: "Sobre el daño que hace el tabaco". Daño muy grande es ése. Los hombres y las mujeres, ya se sabe, se dividen en dos grandes categorías: sensatos y fumadores. En este cuento se aprecia hasta dónde puede llegar un fumador para saciar su vicio. Al final viene la avandicha narración... Chiapas es un paraíso al que la religión ha convertido en un infierno. Lapidaria es la frase, y contundente, pero su efectismo no le quita un ápice de verdad. Si acaso le quitará medio ápice. (Y a todo esto, ¿qué es un ápice? Desde luego es el extremo superior o punta de algo. Pero no es ese el ápice al que alude la expresión, pues puede haber ápices muy grandes, como el del edificio Chrysler de Nueva York, trepado en el cual King Kong manoteó aviones en la famosa película de Merian Cooper y Earnest Schroedsack, 1933, con Fay Wray, Robert Armstrong y Bruce Cabot. Ápice es también el acento o tilde que se pone sobre algunas letras. A ese ápice se refiere la conocida frase). Pero vuelvo a lo mío, como dijo Jack el Destripador cuando se aburrió de ser el Estrangulador de Boston... ¡Pobre Chiapas! ¡Tan lejos de Dios y tan cerca de quienes se dicen sus representantes! Los profesionales de la religión, católicos y evangélicos por igual, han hecho de ese privilegiado territorio un campo de intolerancia y de violencia ejercida en el nombre del Señor. Aun el torpe movimiento del llamado subcomandante Marcos tiene raíces religiosas, lo que explica la condonación que algunos clérigos hicieron, y siguen haciendo todavía, del uso de las armas -negación de lo cristiano- por parte del encapuchado histrión y sus muy despistados seguidores. Mejor suerte habrían corrido los indígenas chiapanecos si no hubiesen caído sobre ellos, como nube de tábanos, tantos evangelizadores. Por culpa de estos malos sirvientes del Señor miles de pobres sufren expulsión de sus comunidades; otros han sido golpeados y aun muertos a causa de la violencia religiosa implantada en ese edén subvertido que es Chiapas. Muchos crímenes, dijo madame Roland, se cometen en nombre de la libertad. Más, muchos más, se cometen en nombre de Dios... Solicia Sinpitier, madura señorita soltera, narró una dramática experiencia. Dijo: "Un hombre trató de hacerme el amor a punta de pistola". "¡Qué barbaridad! -exclama una de las amigas que la oía-. Y ¿qué sucedió?". Responde la señorita Sinpitier: "Por más que se esforzó no pudo. Luego llegó un policía y me quitó la pistola"... Viene ahora el anunciado cuento: "Consecuencias del vicio de fumar". Salieron dos compadres a cazar. Ambos fumaban, pero uno de ellos lo hacía en modo tal que pronto se le acabaron los cigarros. Le pidió uno a su compadre, y otro, y otro, hasta que éste, molesto por la pedidura y temeroso de que también a él se le acabaran, le dice a su compañero: "Compadre: si me vuelve a pedir un cigarro se lo voy a cobrar haciendo en usted obra de varón". Con esa amenaza temerosa ya no abrió la boca el pedigüeño. Siguió la cacería. Tres días después el empedernido fumador no pudo aguantar ya. "Compadre -le dice con voz sumisa al otro-. Sea cual fuere la consecuencia, regáleme un cigarrito". Para entonces al otro también se le habían acabado los cigarros. Le contesta a su compañero: "Ya no traigo". Y entonces éste le dice suavemente: "Bueno, compadre. Hágame lo que dijo que iba a hacerme, y el cigarrito me lo debe"... FIN.
