Don Gelato, caballero de 80 años, casó con doña Añita, dama de 76. Y sucedió un prodigio inenarra-ble: ¡la señora salió embarazada! Aquello era un milagro, pues los anales de la Medicina no registraban caso semejante en toda la historia de la humanidad. Cumplidos los nueve meses de la mirífica preñez el parto se llevó a cabo felizmente. Los familiares de los felices papás -hermanos, hijos, nietos y bisnietos- fueron a visitarlos en su casa. "-Venimos a conocer al niño" -le dijeron a don Gelato. "-Un momentito, por favor" -les pidió él. Fue al interior de la casa, y regresó 15 minutos después. "-Esperen otro poco" -repitió. Salió de nuevo, y volvió a la media hora . "-Por favor, esperen un poco más" -rogó a los ansiosos familiares. "-¿Sucede algo?" -preguntó uno, preocupado. "-Nada, nada -responde muy nervioso don Gelato-. Aguarden otro poco, y conocerán al niño". Y así diciendo se dirigió otra vez a los aposentos interiores. Pasó otra media hora. Cuando regresó don Gelato, la familia ya estaba llena de inquietud. "-¿Qué está pasando? -inquiere con alarma uno de los hermanos del anciano papá-. ¿Le sucedió algo al niño". "-No -responde con mucha pena don Gelato-. Estamos esperando a que llore para hallarlo, pues ninguno de los dos podemos recordar dónde lo dejamos"... Evoquemos un cuento de Jaimito, que es en España el equivalente del Pepito mexicano. La maestra les dictó a los niños la fábula de la gallina de los huevos de oro. A la salida de la escuela Manolín le preguntó a Jaimito: "-Dime: la palabra ‘huevos’ ¿se escribe con be larga o con ve corta?". "-No sé -responde Jaimito-. Por si las dudas yo puse: ‘La gallina de los cojones de oro’"... Sea una cosa o sea la otra lo cierto es que si no actúan con sindéresis -sindéresis es la capacidad para juzgar las cosas rectamente, con apego a la razón- los trabajadores del Seguro Social pueden matar a esa gallina, la de los huevos –o cojones- de oro. No se trata de renunciar a derechos adquiridos. Se trata, sí, de no asumir posturas de intransigencia ni de cerrarse al diálogo cuando se trata de buscar en forma conjunta soluciones al gravísimo problema que hoy por hoy afronta el IMSS. Ese problema amenaza a los asegurados, pero también a los trabajadores mismos, pues la quiebra de una institución como el Seguro no daña a unos: daña a todos. Y a como están las cosas el IMSS va que vuela hacia la bancarrota. Hay quienes dicen que la institución matrimonial debe ser objeto de concienzuda revisión. Antes, razonan, los contrayentes prometían amarse, respetarse y guardarse fidelidad "hasta que la muerte nos separe". Pero cuando esa fórmula se formuló -como dijo uno: perdón por el pleonasmo- el promedio de vida era de 40 años. Ahora que la expectativa de vida es de 70 años o más -sostienen los partidarios de esa revisión- debería acortarse el término de tan grave compromiso, o dar a las dos partes facilidades que lo flexibilicen. La misma tesis puede aplicarse al problema del IMSS. Los cálculos que se hicieron para fijar la edad de las jubilaciones han sido rebasados por una nueva realidad, y deben ser objeto de revisión a fondo. Los hechos son muy tercos, y están mostrando en forma clara que si no se hace un cambio radical en el actual sistema de pensiones, dentro de poco tiempo el Seguro Social quedará imposibilitado para cumplir sus funciones, afectadas ya severamente en perjuicio de sus usuarios, por los serios problemas que derivan de la situación actual del Instituto. Yo ya cumplí con dar la voz de alerta. En lo demás -discúlpenme- no puedo intervenir... FIN.