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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

Mema, la hija soltera de Babalucas, tenía tan poco seso como su papá. Un día salió con la novedad de que estaba un poquitito embarazada. "-¡Recórcholis! -exclama Babalucas, cuyas interjecciones provenían de los sainetes que había representado en el colegio de los alfonsinos-. Y ¿quién es el papá de la criatura?". "-No sé cómo se llama -solloza Mema-. Tú nunca me has dejado tener novio formal". "-¡Carámbanos! -profiere nuevamente Babalucas-. Y dime: ¿lo hiciste por amor o por dinero?". "-Por dinero" -confiesa Mema. "-¡Cómo por dinero!" -se escandaliza Babalucas. "-Sí -confirma Mema-. Le pagué"... Hoyoventoso era un pequeño pueblo, tan pequeño que no tenía casa de mala nota. Para suplir su falta los vecinos recurrían a diversas prácticas, todas muy censurables. Cierto día llegó un inversionista y anunció su propósito de establecer ahí un burdel, zumbido, mancebía, casa de lenocinio, lupanar, bayú, quilombo, putaísmo, manfla, prostíbulo o congal. Las opiniones se dividieron. Los señores, con plausible criterio economicista, admitían la inversión; las señoras se oponían a ella apoyadas por el cura del lugar. El alcalde, hombre prudente, decidió someter el asunto a votación. Era demócrata, como Pilatos. Convocó a los ciudadanos a un plebiscito. (A los hombres nada más, pues quería asegurarse una decisión favorable a la creación de empleos). No invitó al señor cura, pero éste se apersonó esgrimiendo un argumento impepinable: "-Abajo de esta sotana -dijo- también las gallinas ponen". Los votantes -incluido el párroco- eran 382. Se emitieron los sufragios, y tras contar las papeletas los escrutadores dieron a conocer el resultado: 380 votos en favor de la casa de mala nota, y dos votos en contra. Al oír eso uno de los vecinos gritó muy indignado: "-¿Ya ve cómo es usted, padre? ¡Votó dos veces!"... Hay un cuentecillo bellacón que ilustra la idea del escepticismo. Se hablaba de milagros de la ciencia médica, y un individuo dijo que su madre, viuda ella, había tenido la desgracia de perder la vista. Le trasplantaron unos ojos de vaca, relató, y no sólo volvió a ver, sino que sus expresivos ojos, como de Juno, le atrajeron galanes numerosos, y se volvió a casar. "-Eso no es nada -cuenta otro-. En un accidente mi abuelita perdió los dedos de la mano izquierda. Le trasplantaron cinco pezones de ubre de vaca, y no sólo le sirven ahora como dedos, sino además se los ordeña. El pulgar le da leche; mantequilla el índice; del cordial sale yogurt; del anular, crema líquida, y el meñique le da queso para untar". El individuo se molestó al oír semejante desmesura. Dice amoscado: "-Eso me gustaría verlo". Y replica el otro: "-¡Pues ven a verlo con los ojos de tu %&# madre!"... El peor efecto de lo que está pasando en México es el escepticismo que han provocado los sucesos relacionados con el caso Ahumada, y la consiguiente pérdida de confianza en nuestros hombres públicos. No es posible ya creerle a la gente de Fox, y tampoco a la del gobierno que preside López Obrador. Si a eso se suma otro efecto de este escándalo, la crisis que motivó en las relaciones entre Cuba y México, juzgaremos increíble que un sujeto como Ahumada haya sido factor bastante para levantar revuelo semejante. Eso no habla de su poder o habilidad, sino de la torpeza de quienes trataron con él, y de aquéllos que no han sabido dar cauce correcto al deplorable asunto. El caso pertenece al terreno de la delincuencia común, no a la política, y menos aún a las relaciones internacionales. ¿Será tiempo todavía de hacer que ese caballero de industria, Ahumada, quede reducido a su mera estatura de tratante de bribonerías, y no sea causa ya de problemas para México?... FIN.

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