En los años de la guerra fría los norteamericanos entrenaron un espía para mandarlo a la URSS. Escogieron al más capaz de sus agentes -que además hablaba ruso a la perfección- y lo enviaron a Moscú. "-Bienvenido, mister" -le dijo en el aeropuerto un cargador. "-Me reconoció por los zapatos" -pensó el agente. Y ese mismo día se compró unos zapatos de fabricación local. Salió a la calle el día siguiente. "-¿Necesita guía, mister?" -le preguntó una mujer. "-Me reconoció por la ropa" -pensó el espía. Y se compró un atuendo ruso. Salió a la calle otra vez. "-¿Taxi, mister?" -se dirigió a él un taxista. "-¡Carajo! -estalla el espía-. Hablo ruso, visto como ruso, ¿por qué supo usted que no soy ruso?". Responde el taxista: "-Porque en Rusia no hay negros"... Este arroz ya se coció. Más bien, ya quedó crudo. Vicente Fox, el protagonista del cambio, no cambió nada aparte de su estado civil. Tampoco cabe esperar que en el tiempo que resta de su mandato logre concretar ninguna acción plausible. Ciertamente el guanajuatense tiene ya un sitio en la Historia mexicana, no sólo por el hecho de haber sido Presidente, sino sobre todo por haber roto el monopolio del poder presidencial detentado durante siete décadas por el PRI. Sin embargo su sexenio aparecerá como un extraño paréntesis grisáceo, sin más notas de color que las anécdotas que han salpicado su gobierno o falta de él. Extraordinario candidato –único quizá que podía vencer al que todos llamábamos “el invencible”- no ha sido en cambio un Presidente ni siquiera regular. Su único mérito, que en estos tiempos es gran mérito, es la honestidad. Nadie dirá de él lo que un orador de plazuela dijo de un cierto candidato en mi ciudad: “Es hombre honrado. Muy pocas veces ha sido acusado de robar”. A Fox nadie podría acusarlo de eso. Pero hasta ahí. Lo demás es sombra. Palabras son de Hamlet... Un hombre caminaba por la playa. Las olas arrojaron a sus pies una lámpara como la de Aladino. La frotó, y apareció ante él un genio de Oriente. "-Me has liberado de mi prisión eterna –le dijo-. Pide tres deseos". Habló el sujeto: "-Quiero ser el más rico de los hombres". El genio hizo un ademán y ante el feliz mortal desfilaron banqueros de todo el mundo que le colmaron de riqueza. "-Ahora -demanda el tipo- quiero ser el hombre más guapo del mundo". Hizo otro ademán el genio y el individuo se vio convertido en un ejemplar masculino comparado con el cual Adonis sería Quasimodo. "-Di tu tercer deseo -pide el genio. Responde el individuo: "-Quiero ser más inteligente que cualquier hombre sobre la faz de la Tierra". Se queda pensando el genio un momentito y luego le dice: "-Está bien. Pero ¿no te importará tener dos o tres días incómodos al mes?"... ¡Qué barbaridad! ¡Para hacerlo más inteligente que todos los hombres lo iba a convertir en mujer! Hermoso cuento éste, de homenaje al talento femenino. ¡Y pensar que no me lo van a agradecer las feministas! A lo mejor no faltará alguna que me dirá lo que una horrible mujer de Nueva York a la que le detuve la puerta de una tienda para que pasara. Me dijo aquella arpía: "-Fuck you". Algunas feministas han dado ahora en la flor de protestar porque en la Biblia aparece Dios con sexo masculino, y cuando a él se refieren dicen, por ejemplo: "-Quiera Dios/Diosa". ¿Quién les inspiraría semejante pensamiento? Seguramente el Diablo/Diabla... FIN.