Aquel señor tenía un perro muy inteligente. "Almirante", se llamaba el tal perro, porque, según explicaba su no muy ilustrado dueño, a todos dejaba "almirados" con su inteligencia. Cierto día el señor quiso presumir su perro a un amigo. Llamó al animalito y le puso en el hocico un billete de cien pesos. "-Ve por el periódico, Almirante" -le ordenó-. El perro salió muy obediente. "-Regresará en un momento sin distraerse en nada -dice el señor a su amigo con jactanciosa seguridad-, y no sólo me traerá el periódico, sino también el cambio". Pasaron diez minutos y el perro no volvió. Quince minutos más pasaron, y ni señas del inteligente can. El señor se preocupó. "-Oye -dice a su amigo-, vamos a buscarlo. Nunca se tarda tanto; algo ha de haberle pasado". Se fueron calle abajo y en la esquina -¡oh, sorpresa!- estaba el "Almirante" ocupado afanosamente en fragoroso acto de amor con una perrita. El amigo no pudo menos que sonreír al ver la confusión del señor. "-¡Carajo! -exclama éste lleno de turbación-. ¡Te juro que es la primera vez que se gasta el dinero en p..!". Dos amigos cambiaban impresiones acerca de sus respectivas esposas. "-Mi mujer -dice uno, es un espejismo”. "-No te entiendo -se desconcierta el otro-. Un espejismo es algo que puedes ver, pero no puedes tocar”. "-Precisamente” -dice el primero con rencorosa voz... Entre todos los animales que llenan la redondez del mundo (porque el mundo es redondo) el hombre es el único que tiene la facultad de escoger. Todos los demás animales (el gato, el asno, la gallina, el cocodrilo, la cucaracha, el oso panda, el ornitorrinco, la tarántula, el elefante, la ballena y la mosca que en estos momentos zumban en torno mío y por cuya causa esto que ahora escribo es una nadería en vez de ser un texto que quedará para siempre en la Antología del Periodismo Universal), todos esos animales, digo, están sujetos a un instinto elemental, a una especie de circuito impreso que determina sus acciones. No así el hombre, que en su esencia tiene la facultad de escoger. Eso -la facultad de escoger- representa lo que en última instancia distingue al hombre del resto de los animales: la libertad. Por eso sorprende, indigna, exaspera, irrita y encabarona que en pleno siglo veintiuno, en un mundo globalizado y con creciente economía libre, existan todavía en México esos irritantes monopolios estatistas que nos impiden a los mexicanos ejercitar esa posibilidad de elección y nos obligan a comprar los productos o a usar los servicios del Estado sin posibilidad alguna de optar por otros. Eso contradice el espíritu de la Constitución y atenta gravemente contra nuestra libertad... El elegante caballero inglés, lord Deafwall, era sordo como una tapia. Un día estaba con su hijo en el club cuando entabla conversación con ellos otro lord que, según resultó, era del mismo tiempo que lord Deafwall. "-Pregúntale –dice éste a su hijo en voz baja-, si conoció a tu mamá”. "-Mi padre quiere saber si por ventura conoció usted a lady Lazivia Easygoing’ -pregunta el chico-. "-¿Que si la conocí? -exclama alegremente el lord-. ¿Quién no conoció a la tremenda Lazivia? En mi vida he conocido mujer más casquivana que ella. Desde su juventud hasta que se fue al otro mundo otorgó sus favores a todo mundo. La llamábamos ‘La Tosferina’, porque todos la tuvimos alguna vez”. "-¿Qué dice, qué dice?” -pregunta ansiosamente lord Deafwall a su hijo poniéndose una mano en la oreja-. "-Que no la conoció” -dice el muchacho-... FIN.