El muchacho consiguió por fin que la chica aceptara visitarlo en su departamento. Tan pronto se acomodaron en el sofá de la sala él apagó la luz. "-¿Quieres conservar energía, Afrodisio?” -pregunta ella-. "-No, -responde él-. Quiero gastar toda la que tengo”... El señor que iba por la calle vio a una ancianita batallando en el estacionamiento. Fue hacia ella y comenzó a darle instrucciones: "-Tuerza el volante hacia la derecha... Déle hacia adelante... Ahora tuerza a la izquierda... Déle para atrás... Ahora otro poco a la derecha... Déle otra vez hacia adelante... Ahora tuerza el volante de nuevo todo lo que pueda hacia la izquierda. Retroceda un poquito... Ya está. Ha quedado usted perfectamente estacionada”. "-¡Imbécil! -le grita la viejita hecha una furia-.¡Estaba tratando de salir!”... Es el tiempo de las Cruzadas, y el herrero del pueblo estaba totalmente dedicado a fabricar cinturones de castidad, pues todos los caballeros que salían a la guerra le encargaban uno para ponérselo a su esposa. Un amigo del herrero le dice con envidia: "-¡Caray, Hefesto! ¡Debes estar ganando mucho dinero haciendo todos esos cinturones de castidad que te encargan los señores!”. "-Sí estoy ganando mucho -reconoce Hefesto-. Pero estoy ganando más haciendo todas esas llaves que me encargan las señoras”... Un hombre de negocios le dice a otro: "-Yo no he perdido la fe de mi niñez. Voy a la iglesia a rezar y le pido al Señor que me mande dinero para poder hacer mis inversiones”. "-Yo también voy a la iglesia y rezo -dice el otro-. Pero nunca le pido dinero a Dios. Creo que el Señor es mi pastor, no mi banquero”... El jefe de personal revisaba la solicitud de trabajo presentada por Babalucas. “-Aquí veo –le dice- que domina usted dos idiomas”. “-Así es” –responde Babalucas. “-Español, desde luego –dice el jefe-. ¿E inglés?”- Contesta el tonto roque: “-Oui”. Le indica el jefe: “-Eso es francés”. Y dice Babalucas: “-Entonces póngame tres”... El señor cura llama a Eglogio, labriego del lugar. "-Oye, Eglogio -le dice-. He oído decir que vino la hija de tu compadre Bucolio a pasar vacaciones en tu casa, y que la acuestas en la misma cama donde duerme tu hijo Zagalón”. "-Es cierto, padrecito -responde el tal Eglogio-. Es que no tenemos otra”. "-¿Y no has pensado, insensato -se enoja el sacerdote-, que puede pasar algo entre ellos?”. "-No puede pasar nada, señor cura -sonríe Eglogio-. Entre ellos ponemos una almohada”. Le pregunta el padre: "-¿Y si en la noche quitan la almohada?”. "-Bueno, -responde Eglogio-. Entonces sí puede pasar algo”... Le dice una señora a otra: "-¡Cómo han cambiado los tiempos! Antes los jóvenes aprendían las cosas del sexo cuando se casaban. Hoy aprenden las cosas del sexo para no tener que casarse”... Fornicio, galán concupiscente, y Simpliciana, ingenua muchacha, concluyeron el apasionado trance de amor. Dice Simpliciana: "-Quiero que sepas, Fornicio, que si quedo embarazada y no te casas conmigo me quitaré la vida”. "-¡Caray! -replica él sinceramente conmovido-. ¡cómo te lo agradezco!”... El seductor citadino no lograba que la fresca muchacha campesina le entregara todos sus encantos. "-No entiendo, Silvestrina -le dice desconcertado-. Me dejas que te abrace, que te bese, que te acaricie, pero no permites nunca que llegue hasta el final. ¿Por qué?”. "-Es por un refrán que tenemos aquí -responde la muchacha-. ‘De la cerca todo, pero de la huerta nada”’... FIN.