En Azerbaijan la gente protesta por una plaga de murciélagos. En Burkina Faso por lo caro del servicio postal. En Comoros por la escasez de copra. En Chad por el control de precios en la tapioca. En Djibouti por el mal trato a los camellos. En Eritrea por el impuesto a las lentejas. En Fiji por los bajos salarios de los cortadores de la caña. En Gabon por las pobres cosechas de okoume. En Haití por la intelectualización del vudú. En Iraq protestan contra el dios de los cristianos, en cuyo nombre Bush destruye y asesina. En Jordania protestan por la contaminación de la potasa. En Kiribati por la exportación del taro. En Lesotho por las trabas a la industrialización de la lana. En Mauritania por la inacción oficial para proteger la palma datilera. En Nauru por la venta incontrolada del fosfato. En Omán por la injusticia en el trato a los mineros del cobre; En Papua por la indiferencia ante la extinción del dialecto negrito. En Quatar por las limitaciones a la pesca. En Rwanda por la poca difusión que se ha dado al piretro, insecticida hecho con esencia de crisantemos. En Somalia por las guerras civiles. En Tajikistán por las devaluaciones del rublo tajik. En Uganda protestan por la baja calidad de la casava. En el Vaticano por la relajación de las costumbres. En Western Sahara por la dificultad en conseguir arena para las construcciones. En Xire por no existir. En Yemen por el bajo poder adquisitivo del rial. Y en Zimbabwe por la ola de calor. Doy aviso de eso a Andrés Manuel López Obrador porque seguramente todo es parte de un complot en su contra, igual que la manifestación para protestar por la creciente ola de secuestros en el Distrito Federal... El príncipe Minucio Maldottado se disponía a consumar sus anheladas nupcias con la princesa Guinivére, cuya nívea mano ganó tras sostener mortal combate con el fiero dragón que asolaba la comarca. Ante la expectante mirada de la princesita deja caer Minucio su bata, tejida en brocado de tres altos con seda de ocales, fimbria dorada y labor de brescadillo. Guinivére contempla con mirada crítica la feble anatomía de Maldottado y dice luego usando lenguaje ciertamente impropio de una princesita: "¡Uh que la! ¡Si hubiera visto esto antes, mejor me habría ido con el dragón!"... La nenita le pregunta a su papá: "Papi: ¿es cierto que a los hombres se les conquista por el estómago?". "Es totalmente cierto, hijita -responde el genitor-. Yo me casé con tu mamá porque le empezó a crecer el suyo"... El médico le dice a su paciente: "No me gusta su aspecto, señor Picio. Ese rostro cetrino, esa piel flácida, esos ojos apagados, ese rictus amargo en sus labios...". "¡Ay sí! -se enoja el individuo-. ¿Y a poco usted es muy carita?"... Don Senilio, otoñal caballero, solía visitar de tarde en tarde a la señorita Solicia Sinpitier, madura célibe. Ella lo obsequiaba con una copita de rompope, le ofrecía ciruelas claudias y ponciles, lo invitaba a gustar las confituras y pastitas que -decíale- confeccionó ella misma, pero que en verdad había mandado hacer en la tahona de la esquina especialmente para la ocasión. En una de esas visitas don Senilio iba preocupado por ciertas distancias relativas a la expedición punitiva de Pershing contra Villa. Le pregunta a la señorita Sinpitier: "¿Sabe usted, querida amiga, cuánto mide la milla?". "¡Por Dios, don Senilio! -se ruboriza Solicia-. ¿Ya va usted a presumir sus cualidades?"... Dice una señora: "Las madres deberíamos cuidar la forma en que alimentamos a nuestros hijos cuando son bebés. Yo alimenté a mi hijo con botella, y me salió borracho". "Es cierto -dice otra-. Al mío yo le di de mamar y me salió político"... FIN.