Una muchacha se estaba confesando con el padre Arsilio. Le dice: “Me acuso, padre, de que el vecino de al lado me pidió las pompis, y no me pude negar porque soy muy témida”. “Tímida, hija” -la corrige el buen sacerdote. “Y me acuso -sigue diciendo la muchacha-, de que el tendero de la esquina también me pidió las ésas, y no pude decirle que no, porque soy muy témida”. “Tímida -vuelve a corregirla el padre Arsilio-. Se dice ‘tímida’, no ‘témida’”. “También el de la panadería me pidió lo mismo -prosigue la muchacha-, y tampoco me pude negar porque soy muy... ¿Cómo dijo que soy, padre?”. “Muy p... hijita” -responde con un suspiro el padre Arsilio... Don Renecio, marido fastidioso como hay muchos, se sentaba todos los días a desayunar y ponía sobre la mesa un extinguidor de incendios. Le dice doña Sufricia, su mujer: “Caray, Renecio, ¿nunca podrás olvidar que una vez se me quemó un poquito el pan?”... Ovonio Grandbolier, el hombre más perezoso del condado, manifestaba con envidia: “¡Felices los hombres de la Edad de Piedra! ¡Mataban un mamut cada seis meses, y el resto del tiempo era pura g...!”... Las cosas no han cambiado mucho en la Lotería Nacional; a lo más han mudado en ella un par de letras: antes la Lotería era la caja chica de la Presidencia; ahora, al parecer, es la caja chica de la Presidenta. Preocupan los señalamientos según los cuales fondos provenientes de esa institución creada “para la asistencia pública” han ido a favorecer organismos vinculados con la señora Marta Sahagún o con “Vamos México”, la fundación privada -más o menos- que ella creó. En cosas de dinero es muy necesaria la transparencia; por eso conviene que se realicen las auditorías que ya se han anunciado y se conozca el destino de los recursos erogados por la administración de Lotenal. Es muy probable que salgan a la luz manejos turbios de anteriores directores, los de la época priista. Esperemos que no se prueben igualmente irregularidades cometidas en estos tiempos que suponemos de mayor honestidad. Por desgracia esa fundación tan controvertida, “Vamos México”, sigue siendo causa de que se ponga bajo la lente de la crítica a la primera dama, que debería estar por encima de toda sospecha... Doña Frigidia, ya se sabe, es la mujer más gélida del continente. Comparado con ella el Polo Norte es un Sahara. Tan fría es la señora que un día pensó en hacer un viaje por los Mares del Sur, y ese sólo pensamiento bastó para que aparecieran icebergs en aquellas cálidas aguas tropicales, fenómeno que llamó mucho la atención de los marinos y los meteorologistas. Una noche don Frustracio, el marido de doña Frigidia, le solicitó tímidamente la realización del acto amoroso. “Esta noche no, Frustracio -contestó ella-. La estrella Adhara entra en conjunción con el planeta Urano, y no creo que eso haga propicia nuestra unión carnal”. Al día siguiente por la noche don Frustracio volvió a pedirle a su glacial consorte la prestación del débito conyugal. “Tampoco hoy puedo hacerlo -replicó doña Frigidia-. Las cosas en el Cercano Oriente no marchan nada bien, y eso me quita la concentración necesaria para atender la obligación derivada del connubio” (Ya se ve que no le faltaban pretextos a la dama para evadir la satisfacción de los fines del matrimonio, que son: perpetuación de la especie, ayuda mutua de los cónyuges y sedación de la concupiscencia). Al día siguiente don Frustracio se atrevió otra vez a pedirle a su señora la celebración del concúbito. “¡Otra vez! -bufa entonces doña Frigidia con enojo-. ¡Oye, ya van tres noches seguidas que me pides eso mismo! ¿Qué eres? ¿Un maniático sexual?”... FIN.