Llovía copiosamente. Doña Aspidia, mujer jodiona, le dice a su esposo, don Feblicio: “Saca la entrepierna por la ventana y deja que se te moje. He leído que con la lluvia todo cobra vida”... Babalucas hizo una llamada telefónica. “¿Está la señora Becerra?” -pregunta. Le dice quien contestó: “Sufre usted una confusión, señor. Aquí vive la señora Vaca”. “Seguramente es la misma -replica Babalucas-. Como hace tres años que no la veo...”... Hipper Bole era muy dado a la exageración. Todo lo engrandecía, lo magnificaba todo. Un buen amigo le hizo notar esa falla; le dijo que a sus espaldas la gente de la oficina hacía burla de él por sus desmesuras y ponderaciones. Hipper prometió enmendarse. Le pidió a su amigo: “Por favor, cuando sientas que estoy exagerando dame una patada por abajo del escritorio. Yo entenderé la señal y dejaré de exagerar”. Ese mismo día, a la hora del café, alguien empezó a hablar de mujeres bien dotadas. De inmediato Bole participó en la charla. “Ayer -comenta-, vi una muchacha fenomenal. Le calculé 1 metro 20 de busto, un metro 50 de caderas...”. En ese momento el amigo le dio la patada acordada. Completa Hipper la frase: “... y 50 centímetros de estatura”... La mamá de Pepito recibió a sus amigas en la sala. Ahí les sirvió café, té y pastelillos. Se hizo la conversación, y dice una de las señoras: “Mi nuera tiene un bebé de cuatro meses. Ayer la felicité porque no alimenta al niño con leches artificiales: le da el pecho”. Pepito, que jugaba cerca, se dirige en voz alta a su mamá: “Entonces hay que felicitar a la muchacha, mami. Así alimenta a mi papá”... De un lado estamos nosotros; del otro lado, ellos. Nosotros somos... nosotros. Es decir tú y yo, la gente. “Ellos” son los políticos, los hombres y las mujeres que llevan en los genes, o adquirieron por algún contagio, el apetito del poder. Su existencia es necesaria: no todos podemos ser carpinteros, sastres, albañiles, labradores, zapateros, hacedores de pan o vino, alfareros... Es decir gente útil que sabe hacer cosas con las manos para que los demás puedan vivir bien. Tiene que haber políticos, como tiene que haber también sacerdotes, guerreros, periodistas... No podemos vivir en la anarquía, aunque tal sea nuestra vocación. Son necesarios los semáforos. Pero la ciudad de los hombres no vale por los políticos, sino por los ciudadanos. No es cierto eso de que cada pueblo tiene los políticos que se merece. Todos los pueblos tienen siempre políticos peores que los que se merecen. Eso aquí y en China, donde no hay moscas, pero sí hay políticos. Hoy por hoy México tiene pésimos políticos. A diario vemos el pedestre espectáculo de sus escaramuzas, sus ineptitudes y truhanerías. No nos asuste esa visión: siempre México ha sido mayor que sus problemas, es decir que sus políticos. La esperanza de este país está en su sociedad civil. Por vez primera esa sociedad se manifestó, en la época moderna, cuando los terremotos de la Ciudad de México. Ante un Gobierno alelado y paralítico -el tenor Plácido Domingo hizo más que el Presidente Miguel de la Madrid- los ciudadanos salieron a la calle, se auxiliaron los unos a los otros, paliaron sus heridas y se impartieron mutuamente el santo sacramento de la solidaridad humana. Es esa misma sociedad, la misma gente, la que saldrá a la calle el próximo domingo para decir: “Ya basta”. Nadie puede vivir si deja cada mañana su casa sin saber si volverá a ella. Nadie puede vivir con la amenaza de la muerte o la violencia sobre su persona y las personas de los seres que ama... Domingo 27... Nosotros frente a los criminales que nos persiguen y frente a los políticos que nada hacen para perseguirlos... FIN.