El doctor Dyingstone, explorador del África, contrajo una mala enfermedad, pues tuvo tratos de fornicación con las nativas. En la ciudad el médico lo vio tan mal que le dijo que tendría que cortar el sitio donde la enfermedad se había localizado. Espantado, el explorador se negó a dejarse intervenir. Recordó que en la selva había brujos que hacían curaciones extraordinarias. Regresó a la selva y buscó a uno de ellos. "Mira cómo estoy, Gran Brujo -le dijo-. El hombre blanco asegura que tendrá que cortarme esa parte". "Hombre blanco equivocarse" -responde el curandero-. "¿De veras? -exclama el doctor Dyingstone lleno de esperanza-. ¿No habrá que cortar esa parte?". "No -confirma el Gran Brujo-. Dejarla. Ya se caerá ella sola"... Los motores del jet fallaron y el avión cayó en el mar. Un señor y una pasajera joven y guapa lograron asirse a un resto flotante, y llegaron a una minúscula isla desierta. "¡Dios mío! -gime la lindísima muchacha-. ¡Nadie sabrá nunca dónde estamos! ¡Aquí estamos, perdidos en esta desolación que nadie conoce, en el último confín del universo, ahí donde nadie ha estado nunca y a donde nadie nunca llegará! ¡Seguramente pasaremos aquí el resto de nuestra vida!". "No se preocupe, señorita -dice con sombría tristeza el caballero-. Ya nos encontrará mi esposa"... Le cuenta un tipo a otro: "Acabo de regresar de un viaje a Japón". Pregunta el otro: "¿Viste la Danza del Kimono?". "-Sí -responde el primero-. Pero las muchachas salieron con unos vestidos muy largos, y nunca se les vio el kimono"... Un sujeto les comenta a sus amigos: "Mi esposa es una gitana". "¿Quieres decir -pregunta uno- que es temperamental, romántica, llena de súbitos caprichos?". "No -aclara el individuo-. Es una gitana porque cada vez que llego tarde me hace ver mi suerte"... El joven de modales delicados llegó a la cantina, a esa hora llena de parroquianos. El cantinero, hombre rudo y mal encarado, le pregunta: "-¿Qué caones quieres?". El joven junta las manos lleno de alegría. "-¡Ay! -exclama jubiloso-. ¿Qué puedo escoger varios?"... La señora regresó inesperadamente a su casa y sorprendió a su marido en el cuarto de la joven y linda criadita, que estaba completamente aligerada de su ropa. El tipo no se inmutó con la llegada de su esposa. Hizo como que no la había visto y dirigiéndose a la mucama le dice parsimonioso y circunspecto: "-Efectivamente, Mary Thorn. Ya me doy cuenta de que no tiene usted nada de ropa. Sin embargo, eso del aumento de sueldo tendrá que tratarlo con mi esposa"... Le cuenta la señora al consejero matrimonial: “Pitoncio, mi marido, es insaciable en lo que atañe al sexo. No puedo acostarme boca arriba porque de inmediato se trepa a mí”. “Pues acuéstese bocabajo” –recomienda el asesor, que pertenecía a la escuela pragmatista. “Doctor –le dice la señora-. Qué bien se ve que no conoce usted a Pitoncio”... AÑADIDURA: No hay en el Distrito Federal quien no haya sufrido, en sí o en alguna persona querida, las consecuencias de la inseguridad. Participar en la manifestación de hoy será al mismo tiempo una protesta por esa violencia urbana y un modo de contribuir al cambio de la situación... FIN.