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De Política y Cosas Peores

Armando Camorra

En el club campestre se celebraba un baile. Era de noche, y el vigilante hacía su acostumbrada ronda por el campo de golf. Oyó ruido entre unos arbustos y dirigió hacia ellos el haz de luz de su lámpara de mano. ¡Sorpresa! Una pareja estaba ahí haciendo el amor. “Caballero -dice al hombre-. No se pueden realizar aquí actos contra la moral”. “Este no es un acto contra la moral -replica el individuo-. La señora es mi esposa”. “¡Caray, perdone usted, señor! -se aturrulla el vigilante-. No sabía que la dama es su señora esposa”. Dice el tipo: “Tampoco yo lo sabía hasta que usted nos echó la luz”... Ya en la habitación del hotel donde pasarían su noche de bodas le dice el novio a su dulce mujercita: “Susiflor, quiero confesarte que antes de conocernos cometí el error de casarme tres veces”. “-No te preocupes -le responde Susiflor-. Yo cometí tres errores sin casarme”... El señor iba a salir de viaje, y su esposa estaba algo molesta. “No te inquietes, Mesalina -le dice él-. Regresaré cuando menos lo pienses”. “Eso es precisamente lo que me inquieta” -responde ella-... Escribo esto muy temprano, en la mañana del domingo. Dios hizo las mañanas del domingo para que Mozart les pusiera música. Pero hoy no pienso en Mozart ni cumplo la liturgia dominical de oír sus notas. Hoy alzo una esperanza como quien iza una bandera. Mi esperanza es que la manifestación de ayer en la Ciudad de México haya servido para unir, no para separar. Existe hoy por hoy en nuestro país un abismo –o un muro, cualquiera de los dos sobados símiles es útil- entre gobernantes y gobernados. Pero esa división se atenuaría, y aun podría desaparecer, si los gobernantes recordaran que son ciudadanos y si los ciudadanos recordáramos que somos nosotros quienes designamos a nuestros gobernantes. En teoría democrática un gobernante es un ciudadano a quien los demás encargan temporalmente la administración del bien común. La manifestación de ayer no es contra los gobernantes, contra ninguno de ellos. Ha de servir, empero, para recordarles su obligación civil, el deber que tienen de poner el interés de la comunidad por encima de su interés político. Ese deber lo tienen olvidado. Políticos de uno y otro signo –si es que aún tienen signo los políticos- han dejado su responsabilidad para entregarse a sus reyertas de callejón. Es como si los centinelas de una ciudad abandonaran su puesto para tomarse a puñetazos y trompadas los unos con los otros. La manifestación de ayer debe servir también para decir “¡Ya basta¡” a esa supina irresponsabilidad... La secretaria le dice a su linda compañera: “Oye: le estoy enviando un recado a mi jefe. ¿Cómo crees que debo firmar: ‘Suya atentamente’ o ‘Suya cordialmente’?”. Le sugiere la otra: “¿Por qué no firmas: ‘Suya frecuentemente’?”... Un señor fue a comprar preservativos. “Se nos acabaron los de color blanco -le dice el farmacéutico-. Tenemos nada más negros, verdes con pintitas amarillas o rosa mexicano con rayitas fiucha”. “Deme uno negro” -pide el señor. Pasan siete años. Está leyendo su periódico aquel mismo señor y va con él su hijito. “Papi -pregunta el pequeñuelo-. ¿Por qué yo soy negro y todos mis hermanitos son blancos?”. “¡Anda! -replica con molestia el genitor-. ¡Date de santos que saliste negro, y no verde con pintitas amarillas o rosa mexicano con rayitas fiucha!”.... FIN.

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